Hace un par de años escribí una tesis sobre el delito de feminicidio, para lo cual tuve que teorizar mucho acerca de este. Estudié algunos de los casos más conocidos, entre ellos, el de Rosa Elvira Cely, quien se convirtió en insignia por ser su caso uno de los detonantes para la expedición de la ley que tipificó el feminicidio como un delito autónomo, diferente al homicidio.
Durante ese estudio entendí las múltiples violencias a las que estamos expuestas las mujeres y el cómo, la mayoría de las veces, el feminicidio es el último peldaño de un continuo de violencias que inicia con ofensas aparentemente irrelevantes, que pueden ser ejercidas por múltiples personas del entorno: amigos, familiares, compañeros de trabajo, y una de las más comunes: La pareja.
Dichas violencias pueden pasar por las críticas al aspecto físico, las humillaciones, los insultos y, en general, cualquier clase de maltrato verbal o psicológico, los cuales, si no son intervenidos a tiempo, pueden ser cada vez más graves, llegando a otras como la violencia física y sexual. Adicionalmente, existe un tipo de violencia que suele atravesar la vida de muchas mujeres: La violencia económica. Un factor que les obliga a quedarse junto a sus victimarios ante la imposibilidad de suplir sus necesidades por razones ajenas a su voluntad, tales como el hecho de no haber estudiado para poder criar a sus hijos o el no tener quien cuide de ellos, amenazas por parte de sus victimarios de atentar contra otros de sus seres queridos, entre otras.
Pero todo lo anterior es solamente teoría. Teoría que no sirve de nada a una mujer que es golpeada al interior de su hogar y no tiene nadie a quién pedirle ayuda. Tampoco le sirve de nada a una mujer que quiere huir de su agresor, pero no encuentra un Estado que la ampare; y mucho menos le sirvió a Carol Viviana Beltrán Velásquez y a Stefany Katherine Bocanegra, víctimas de feminicidio en Ibagué en este 2024.
Dos mujeres, ambas madres, asesinadas a machetazos y tiros por sus parejas. Se lee crudo, y se siente más. Dos mujeres arrebatadas de este mundo por la violencia machista que aun corroe a nuestra sociedad. DOS FEMINICIDIOS. No son crímenes pasionales, ni ninguno de los eufemismos utilizados para relegar estos crímenes a la vida y esfera privada de las mujeres, pues, por el contrario, cuando las mujeres son asesinadas por el hecho de ser mujeres, quedan al descubierto las múltiples maneras en que el Estado y la sociedad les fallaron.
La importancia de mencionar estos hechos por su nombre se explica en una frase: “Lo que no se nombra, no existe”. Y hoy es necesario que el mundo sepa con todas sus letras que los feminicidios existen, que a las mujeres nos matan por ser mujeres, que matarnos se ha convertido en un símbolo de dominación y que, muchas mujeres, ni siquiera en sus propias casas están seguras.
Este es mi grito desesperado y mi manera de decir que, aunque por Carol Viviana Beltrán y Stefany Katherine Bocanegra ya no podemos hacer nada, aún estamos a tiempo de abrir los ojos con nuestro entorno para evitar que mañana, el nombre de alguien que amamos sea parte de una estadística.