Transcurridos escasos días de la segunda vuelta presidencial y caliente aún el cadáver insepulto del segundo gobierno Santos, al que arroparon con su apoyo legislativo, los políticos de estómago y de conveniencia empiezan ya a hacer méritos para ser vistos con benevolencia por los nuevos dueños de los destinos del Estado.
Este fenómeno de “travestismo” político que ya se advierte a lo largo y ancho del país, tiene lugar también entre los políticos del terruño, que han querido usar los últimos días de su permanencia en el Congreso para desnudar su incoherencia, votando a favor del misil que el uribismo lanzó contra el proyecto de Ley por medio del cual se reglamenta la JEP, carga de profundidad que lejos de beneficiar, termina por afectar a los miembros de la fuerza pública que incurrieron en conductas punibles de conocimiento de la Jurisdicción Especial para la Paz.
Los senadores tolimenses Rosmery Martínez y Guillermo Santos apoyaron con su voto las modificaciones al proyecto de Ley. En el caso de la Senadora, su posición no extraña, por cuanto pertenece a un partido que ha apostado a veces a favor de la paz y otras en contra, a conveniencia del dueño de esa organización política, en un ejercicio de falta de coherencia que el electorado supo leer con precisión al momento de castigar su aspiración presidencial como merecía.
Otro es el caso del senador Santos, perteneciente al partido liberal, gestor político y defensor activo de los acuerdos de paz con las Farc, quien durante el gobierno de Juan Manuel, acompañó las iniciativas del gobierno en materia de paz, como lo hizo su partido, lo que le valió que el gobierno lo tratara como correspondía a la hora de distribuir beneficios.
Toda la razón tenía Santos (el Senador) cuando afirmó hace un par de meses que “Nosotros los genuinos liberales abandonamos el ideario liberal y Gustavo Petro se apropió de ellos”, solo le faltó agregar: “Los liberales empezando por mí”.