Pidió mi consejo un colega que se duele de haber perdido (sus candidatos) todas las elecciones en las que ha participado desde el año 2000, resultado aplicable desde junta de acción comunal hasta Presidente de la República.
Le hice saber entonces que la estadística de triunfos electorales en mi caso no era muy diferente a la suya si se tienen en cuenta las derrotas que sufrí acompañando al profesor Carlos Gaviria a la presidencia, Juan Mario Laserna en la fallida aspiración de volver al senado, Julio Enríquez en el Concejo de Ibagué (QEPD) y más recientemente la de Rubén Darío Correa a la Alcaldía, entre otros.
Sin embargo, si bien mi récord electoral no ha sido propiamente exitoso, me atreví a hacerle una sugerencia que está apoyada sólidamente en la estadística y que creo que podría significar un cambio dramático en sus futuros apoyos.
Mi consejo fue: “Vote con Roy”.
Reconozco que en forma inmediata me arropó un sentimiento de vergüenza, aupado por el rostro estupefacto de mi contertulio, de quien puedo dar fe es un hombre de buenas costumbres y lejano de cualquier proceder dañino, por lo menos con intención dolosa.
Por ello, pasé de inmediato a explicar mi propuesta, con el mismo tono que usan quienes se excusan por una reciente ofensa.
Sucede, dije, que Roy ha ganado sucesivamente las elecciones desde hace 20 años, ha sido pastranista, uribista, santista y ahora petrista. Ha sido expulsado de Cambio Radical y de la U, ha sido miembro de la comisión de paz, colaborador del proceso de la Habana y luego apoyo político de los que juraron hacer trizas el acuerdo, situación que recordó repentinamente hace un tiempo para renunciar al partido que lo avaló al Congreso, olvidando entregar la curul que obtuvo como miembro del partido de la Unidad Nacional, causal indiscutible de doble militancia que analizaremos en otra columna.
El punto es que Roy ungido candidato por el ADA (partido que tiene dos concejales en la ciudad) para participar en la consulta del Pacto Histórico que catapultó al presidente electo, ha demostrado un refinado olfato para predecir el éxito, si bien el mismo olfato no ha sido tan eficaz en otras oportunidades para advertir el aroma mortecino.
Es por ello que mi consejo para el colega urgido de triunfos electorales era elemental, pero preciso: Vote con Roy, váyase con el que vaya Roy, con la seguridad de que ese va a ganar. Eso sí, va a tener que taparse la nariz a cambio de su primer éxito en más de dos décadas.
En una escena solo comparable con la final del ‘Coronel no tiene quien le escriba’, mi contertulio con ceño fruncido, carraspeó parsimonioso y espetó: “No gracias”.
Yo estoy de acuerdo con él.