Obtener un título de una universidad no garantiza hoy un mejor ingreso, aprender y desarrollar competencias clave en la universidad, sí.
Un estudio reciente del Mercatus Center de la Universidad George Mason[1], del estado de Virginia, demostró que se amplia la brecha entre el valor de las matrículas que pagan los estudiantes y las posibilidades reales de conseguir un empleo bien remunerado, que corresponda a las habilidades que desarrollaron en la universidad. De hecho, la discordancia entre lo que estudian en el pregrado y el empleo que finalmente consiguen viene ampliándose en los últimos años, especialmente en el área de Humanidades y Ciencias Sociales. Hay quienes pagan por ir a universidades de “élite”, a las “Ivy league”, pensando que así garantizan su futuro, cuando el retorno de esa inversión empieza a ser cada vez menor.
Mark Schneider, expone datos sobre la formación complementaria en habilidades clave, independientemente del área de estudio, del programa académico que se curse. Esto parece evidenciar un camino hacia mejores ingresos a lo largo de la vida, aunque también muchas veces alejarse de su campo disciplinar. Así, por ejemplo, Antropólogos, Sociólogos, Filósofos, etc., que desarrollen habilidades en estadística, análisis y visualización de datos, investigación aplicada; tendrían un mejor ingreso, sin por ello dejar de estudiar lo que quieren y les apasiona.
Cathy Davidson, en su libro sobre la nueva educación, insiste en que el costo de la educación superior en los EEUU es cada vez mayor, por lo cual los estudiantes deben recurrir a crédito y terminan con deudas muy difíciles de pagar. Esto ha hecho que muchos opten por carreras que les garanticen un empleo y no por aquello que verdaderamente les gusta, los mueve. Un asunto que no es de poca monta y que debe analizarse, más ahora cuando por fin estamos aceptando la falta de sentido que enfrentan muchos jóvenes a nivel mundial.
El gran error está en pretender programar a los estudiantes para que sean los empleados del futuro, pues no sabemos cuáles serán los empleos del futuro. Lo que corresponde es lograr diseños curriculares e instruccionales que promuevan un aprendizaje a lo largo de la vida, que desarrollen competencias clave para que, independientemente de la carrera que se elija, los profesionales estemos en capacidad de adaptarnos y desarrollar nuevas habilidades cuando llegue el momento de un cambio radical.
Aún más grave es pensar que le ser humano debe transitar hacia convertirse en un robot que solo sigue instrucciones, eso mata toda innovación, pues acaba con la creatividad. Martha Nusbaum ha insistido en que la democracia requiere humanidades y todos sabemos que sin democracia los países suelen fracasar, como lo han demostrado James Robinson y Daron Acemoglú en sus trabajos “Por qué fracasan los países” y “El pasillo estrecho”. Por eso, todo estudiante debe reflexionar sobre la historia, la ciudadanía y la participación política, la investigación, el trabajo en equipo; además, por supuesto, de formarse en matemáticas, análisis de datos, programación e innovación.
Me preguntaron hace poco: “¿cómo enfrentar la amenaza que la era digital representa para el empleo?” Mi respuesta: formando profesionales en todas las áreas para la era digital. Es difícil, muy difícil, y se requieren universidades de la mejor calidad y esas no tienen porqué ser las más costosas.