Quienes pretenden que algunos cursos breves reemplacen la formación que acompaña el paso por la universidad, olvidan que los seres humanos somos seres sociales.
En 2012 estalló lo que en su momento se conoció como la burbuja de los MOOC (Cursos masivos en línea). Coursera, Edx, Udacity y otras plataformas se presentaban como la salida para los millones de personas a nivel mundial que no logran acceder a la educación superior, prometiendo certificaciones de las mejores universidades, aunque aclarando que sin reconocimiento de créditos.
Era una puerta abierta a más de un arribista que buscaba la manera de compartir que había tomado una clase en las mejores universidades del mundo, aunque en el mundo se sabe que ser egresado de una universidad no es lo mismo que haber pasado, muchas veces después de varios intentos, algunos cuestionarios de evaluación en una plataforma.
El asunto a veces hace reír, pues ahora todos fueron a Harvard, Yale, Pittsburgh y hasta la Universidad de Tokio (yo mismo hice un curso de teoría de juegos, aunque el certificado lo tengo en una carpeta en mi computador) ¿Cuántos compañeros tuvieron y hoy mantienen comunicación? ¿A cuántas conferencias asistieron en el campus o en cuántos laboratorios y proyectos de investigación participaron?
La tasa de abandono de los cursos es cercana al 90%, aunque algunos datos sugieren que empieza a mejorar, especialmente en quienes pagan por hacer más actividades y lograr un certificado. El asunto es que quienes fueron a buenos colegios y universidades, pueden aprovechar mejor estos recursos que pretenden “democratizar la educación”.
Yo reconozco que nunca me gustaron las clases de metodología de la investigación que tuve que cursar y que, por cierto, me sirvieron de poco o nada al momento de redactar los trabajos de grado y tesis que he tenido que presentar. También reconozco que en Coursera y Edx he encontrado cosas maravillosas sobre métodos y software para la investigación, que sin duda me ayudarán al momento de emprender, si la vida me lo permite, mis estudios de doctorado. Es decir, son cursos que complementan la formación y la educación, pero no la sustituyen, no pueden.
Ahora vemos universidades promoviendo que han hecho alianzas con grandes plataformas para poder ofrecerles a sus alumnos cursos de las mejores universidades, es decir, de un club al que la suya no pertenece. Dicen en mi tierra que “todo suma” y sin duda entre más alternativas tengan los estudiantes y profesores, mejor.
Lo que no podemos es dejar de pensar y vivir la universidad, ese espacio para perderse en preguntas, de compartir con otros en campus o a través de las plataformas, de plantear un problema, de confundirse en el proceso de investigación. Datacamp, code avengers, Domsetika y todas las plataformas están ahí para acompañar el proceso y dar una mano, sin duda y como dice la canción de Ramazotti “Gracias por existir”; pero la universidad es la universidad. Varios años en ese universo de confusión y búsqueda forman, dan carácter y potencian.
Lo que nos toca es seguir avanzando en consolidar la universidad del futuro, donde el abandono escolar se reduzca no porque la exigencia bajó, sino porque la pedagogía mejoró; donde la eficiencia terminal aumente, no porque regalaron los títulos, sino porque hubo mejor acompañamiento y los estudiantes se esforzaron hasta lograrlo. ¡Viva la U!