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Mucho se ha dicho en esta coyuntura de pandemia sobre la educación “en línea”, pero los retos no están claros.

Siempre he sostenido que el punto de encuentro entre el dictado y el dictar es la dictadura. Por eso odié siempre cuando en el colegio nos pedían escuchar lo que la maestra decía en voz alta y anotar tal cual en el papel.

Aquel que lograba hacer adecuado uso de la coma, el punto seguido, el punto aparte, además de atinar a las reglas de la ortografía, obtenía una buena calificación. Es decir, ninguno sabía lo que había anotado, pero si prestaba suficiente atención tenías un diez, un excelente, garantizado.

Algo similar ocurría con los ejercicios de leer en público y en voz alta. A quienes teníamos alguna facilidad nos exigían, además, mirar a los ojos al público cada dos líneas, sin interrumpir la lectura.

Recuerdo que en ocasiones leía con buena entonación y lograba memorizar varias líneas, a pesar de no conocer el texto previamente, de manera que el auditorio se “conectaba” con aquello que yo le estaba leyendo. Pasaba por el más versado en la materia, pero no tenía idea de lo que había “recitado”.

Pues bien, muchos hoy consideran que esta forma de “enseñar” es algo innovador y pretenden que los estudiantes respondan de memoria sobre temas que se han tratado en algunas sesiones de “clase”, donde alguien lee un guión de manera muy articulada, logrando mantener la atención de su audiencia.

Sobran los ejemplos de algunas plataformas que se han visto obligadas a permitir uno, dos y todos los intentos que requieran los estudiantes para poder responder a la evaluación que viene después. Si les piden plantear un problema, a partir de esas increíbles sesiones que han podido ver, seguramente la angustia los haría desertar.

Todo lo anterior lo traigo a colación, pues la educación en línea es un gran reto y no se logra de la noche a la mañana. Haber trasladado la sesión de clase del aula en campus a zoom, TEAMS, Google Meets, Webx o cualquier otra plataforma de streaming y/o reuniones; no es suficiente para alegar que se hizo un tránsito a la modalidad “en línea”.

Se requiere pensar de nuevo el currículo, la generación de comunidad y la aproximación pedagógica, para definir el camino que se ofrecerá al conjunto de los estudiantes. Formar en una disciplina, con miras al desarrollo profesional, ya no es suficiente.

Hoy se requiere encontrar un punto de encuentro entre apropiación de contenidos en muchos campos, desarrollo de habilidades en diferentes áreas y un marco axiológico suficientemente amplio para garantizar una visión global, pero a su vez claramente delimitado para tener un sello institucional.

Flexibilidad curricular, interdisciplinariedad y trabajo en red deben ser pilares para seguir avanzando, pero hay que tener siempre presente las particularidades de un diseño instruccional para la modalidad escolarizada y otro para la modalidad no escolarizada, “en línea”.

Esta última requiere mucho más trabajo autónomo, gestión del tiempo y regulación de la angustia. El aprendizaje adaptativo, experiencial, vivencial, colaborativo y todo lo que ustedes quieran, requiere una aproximación diferente cuando hay una plataforma digital en el medio.

Quienes piensen que dar la misma clase que se daba hace décadas en un aula, ahora en video, es transitar a la educación “en línea”, pronto se tropezarán. El reto es mucho más complejo, mucho más difícil de lo que algunos se imaginan. Podemos garantizar educación de calidad para todos, o caer en la trampa de la ignorancia ilustrada, que tanto daño ha hecho.

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