Inicia este fin de semana el periodo de fiestas, rumba, cultura y folclor en Ibagué. Son dos semanas en las que solo se habla de desfiles, carrozas, reinas y programación del Festival Folclórico Colombiano. Los huecos, la inseguridad, el desempleo, los elefantes blancos y los contratos irregulares pasan a un segundo plano porque la ciudad entró en modo fiestas.
Y es que así nació este evento hace 50 años: como un analgésico para enfrentar los dolores de la sociedad.
Pero hay algo que es necesario poner sobre la mesa en esta coyuntura: ¿cuándo llegará el alcalde o la alcaldesa de Ibagué que asuma como prioridad la convivencia, el civismo y la cultura ciudadana como un eje transversal para transformar esta sociedad agresiva, conflictiva y maleducada?
Hace un año, durante las fiestas de junio, se hicieron virales las imágenes de unos sujetos que decidieron resolver sus diferencias con machetes en pleno desfile del folclor. Obviamente estaban borrachos.
Por esa razón, para esta edición del Festival, la Alcaldía de Ibagué y la Gobernación del Tolima planificaron un operativo policial sin precedentes. Habrá presencia de uniformados cada dos metros. Serán 450 agentes custodiando los desfiles de este y el próximo fin de semana.
Lastimosamente, debemos implementar estas medidas porque poco o nada se está haciendo desde la casa, la escuela y el Gobierno Municipal para fomentar la convivencia, el civismo y la cultura ciudadana.
Ibagué es una ciudad pequeña. Tiene todo para ser un mejor vividero, pero nadie ha liderado proyectos serios de transformación cultural. El exalcalde Guillermo Alfonso Jaramillo prometió que traería al profesor Antanas Mockus para desarrollar una estrategia similar a la que implementó durante su mandato en la Alcaldía de Bogotá.
Esa promesa fue uno de los tantos globos que lanzó durante su periodo al frente de la Alcaldía.
A los gremios económicos tampoco parece importarles el asunto. Ellos fijan su atención en los contratos y los convenios que obtienen con la Alcaldía de Ibagué y la Gobernación del Tolima, nada más.
La Cámara de Comercio termina siendo la caja ‘mayor’ de sus directivos y el circo del Concejo Municipal está ocupado aplaudiendo a los alcaldes de turno, metiendo cuotas en la nómina oficial y negociando la aprobación de proyectos de acuerdo.
Sin embargo, consideramos oportuno presentarles excusas a los circos de Colombia por compararlos con esta desprestigiada corporación.
Ojalá los sectores público y privado entiendan que es urgente desarrollar proyectos de cultura ciudadana a largo plazo. Que los padres de familia instruyamos con el ejemplo a nuestros hijos y que las instituciones educativas no pierdan de vista que hay que formar buenos ciudadanos antes que matemáticos, abogados, ingenieros, arquitectos o periodistas.