Durante el año 2021 el planeta registró 7.142 muertes por terrorismo, la cifra presenta una reducción del 1.2% en comparación con el año 2020 y representa un tercio de lo registrado en el año 2015.
Los datos suministrados por el Índice Global de terrorismo 2022, evidencian una disminución de la letalidad de los ataques, pasando de 1.6 muertes por ataque a 1.4. Sin embargo, aunque la letalidad disminuyó, el número de ataques perpetrados tuvo un incremento del 17%.
En el caso de Colombia, aunque se sigue registrando el nivel más alto de terrorismo en la región, el número de personas asesinadas por esta causa representa el número más bajo desde 2017, elemento que evidencia una reducción significativa de esta actividad luego de los acuerdos de paz entre las FARC y el Estado colombiano.
Es importante resaltar que los datos presentan importantes variaciones, teniendo bajas y repuntes significativos en algunos años específicos. De 138 ataques terroristas registrados en 2019, se pasó a 72 en 2020 y 31 en el año 2021.
Por otro lado, en lo que refiere a muertes por ataques, se pasó de 90 en el año 2020 a 36 en el año 2021, cifra que representa, además de una disminución en el número de actos terroristas, una reducción en materia de letalidad.
Pese a la objetiva disminución del fenómeno, nuestra humanidad, tristeza, rabia e indignación se movilizan sin importar los registros. Dos angéles, un niño de 11 años y una niña de 5 fueron víctimas mortales del reciente ataque terrorista que tuvo lugar en un CAI de ciudad Bolívar, en Bogotá.
Lo que la ciudadanía siente por este despreciable acontecimiento, o peor, el infierno que hoy viven las familias de estos niños inocentes, no cabe en una cifra; la zozobra que se vive en Bogotá sobrepasa cualquier intento por cuantificar la actividad humana. A fin de cuentas, eso es el terrorismo, una práctica que, con 1 sólo ataque, puede resquebrajar la tranquilidad, la paz, la ilusión y la alegría de millones. ¿Hasta cuándo?
El terrorismo carece de sustento o justificación alguna, y debe, sobre cualquier circunstancia, desaparecer. El problema contemporáneo radica en la excesiva proliferación de grupos armados o GAO residuales (disidencias) en el territorio nacional, producto de una política de seguridad que se niega a contemplar que el crimen organizado cambió y, por supuesto, producto de querer “hacer trizas” los acuerdos de paz.
Para ejemplificar el tema, las disidencias de las FARC pasaron de operar en 56 municipios durante el año 2018, a 160 en el 2021. Cifra que representa un incremento superior al 200% y evidencia la proliferación de estos grupos residuales. El ELN pasó de operar en 99 municipios en el 2018 a 164 en el 2021 y, el Clan del Golfo, hace presencia actualmente en más de 250 municipios del país.
Mientras esto ocurre, las ciudades capitales también empiezan a vivir los efectos de esta incontrolable expansión, elemento que debería encender las alarmas. ¿Fracasó la política de seguridad de Duque?
Aunque los datos amortigüen un poco este sentimiento de miedo, el contexto y los demás elementos mencionados, son motivo suficiente para preocupar a las autoridades y angustiar a la ciudadanía. Los colombianos no merecemos esto, los colombianos queremos vivir en paz, queremos un país sin terrorismo. Entre tanto llega ese día, Colombia unida repudia estos hechos y se solidariza con las familias de estas víctimas inocentes, clamando porque su muerte no quede en el olvido, sólo como una cifra más, ni se permita la impunidad de los responsables. ¡Justicia para Daniel y Salomé!