No quiero hacer referencia a los presuntos responsables de estafar a toda una ciudad y; mucho menos, quiero dedicar esta columna a quienes, con o sin Jamming, han hecho que los indicadores socioeconómicos de Ibagué se tornen cada vez más preocupantes. Quiero exaltar lo verdaderamente importante, la solidaridad de los ibaguereños y el hecho de demostrarnos a nosotros mismos que podemos, indiscutiblemente, ser una potencia turística nacional e internacional.
El mundo occidental contemporáneo, recurrentemente, opera sobre la creencia de que la iniciativa individual es el principio rector de la actividad humana. Generalmente, acompañados con un egoísmo radical y una envidia furtiva, los seres humanos apelamos a la famosa frase: “primero yo, segundo yo y, si queda algo, para mí”.
Afortunadamente, luego de la cancelación del Jammig Festival y el enorme mar de desconcierto y desesperanza arrojado en miles de coterráneos que, con mucho esfuerzo, querían reactivar su economía o emprender, los ibaguereños demostraron la inmensidad de su corazón, la fortaleza de sus lazos y ese sentimiento de ciudad que dejó de lado el “yo”, para pensar en un poderoso “nosotros”.
Sentimos el dolor ajeno como propio, todos teníamos un incontrolable deseo de ayudar, pensamos en ciudad y ofrecimos al mundo un acto de resiliencia. Entendimos que la ciudad es un proyecto colectivo que requiere del trabajo de todos. En síntesis, Ibagué levantó la mirada y siguió adelante. Mientras escribo esta columna, el orgullo que siento por mi ciudad es indescriptible, seguramente usted también lo está sintiendo.
En el marco de la enorme ola de actos de solidaridad y las medidas que, desde la ciudadanía y sectores empresariales e institucionales, se tomaron para acompañar a quienes invirtieron tiempo, dinero e ilusiones en el festival, la ciudad materializó y llevó al plano de la realidad el titulo de “Capital Musical de Colombia”, una distinción que, aunque siempre nos acompaña, ha perdido protagonismo en la vocación y la actividad económica del municipio.
A la ciudad arribaron personas de diferentes ciudades y países, las calles se engalanaron con un amplio abanico de platos gastronómicos, en las tarimas convergieron diferentes ritmos, instrumentos, géneros y formas de sentir la música, la rumba ibaguereña se erigió como una de las mejores del país y, por supuesto, la economía local tuvo un importante movimiento.
De acuerdo con los resultados evidenciados, resulta importante para nuestra ciudad, por un lado, seguir trabajando en mejorar la infraestructura turística de la ciudad (Oferta hotelera, movilidad, transporte público, mapas de ubicación, guías, etc) y, por otra parte, institucionalizar lo vivido este fin de semana; coordinar entre el Estado, el sector privado y los consumidores, la posibilidad de replicar cada puente festivo un “Ibagué Fest”, atraer visitantes dentro y fuera del país, ofertar eventos de primera calidad y crear en nuestra ciudad una marca turística caracterizada por la música, la cultura, el folclore, la alegría, gastronomía y hospitalidad del Tolima.
Dejando en segundo plano la vergonzosa intención que tenían ciertos sectores, orientadas a capitalizar políticamente las medidas creadas para mitigar los efectos económicos que dejó la cancelación del Jammig Festival, la forma en la que Ibagué asumió la adversidad nos debe servir para pensar en un proyecto de ciudad mas ambicioso, cosmopolita y con proyección internacional.
Este fin de semana la musical de Colombia se demostró así misma de qué está hecha, lo enorme que son sus posibilidades, la gallardía, pero, sobre todo, la solidaridad y empatía que tiene nuestra gente. ¡Ibagué se levanta!