Existe un sector de la población joven que ni estudia ni trabaja por falta de oportunidades. En Colombia la cifra se acerca a 3 millones de jóvenes que no se ocupan, ni académica, ni laboralmente. Muchos están atrapados en barreras relacionadas con la pobreza y el género.
Los datos oficiales para nuestra región no se consiguen fácilmente, a mi juicio son, tal vez, la población más olvidada de todas. Son muy pocas las estrategias que se diseñan para crear y concretar oportunidades para ellos, inclusive, existen algunas posturas que afirman que la solución está solamente en promover en los jóvenes motivación y espíritu de superación olvidando otras estrategias.
En Colombia clasificamos como jóvenes a quienes se encuentran entre 14 y 28 años, en este rango de edad encontramos, en términos generales, aquellos que están terminando el bachillerato, estudiando una carrera técnica o profesional, haciendo un posgrado, iniciando su vida laboral ya sea como emprendedor o asalariado, desarrollando sus capacidades artísticas y deportivas.
Es en este rango de edad cuando los jóvenes definen su proyecto de vida. En Ibagué son aproximadamente un 26 por ciento de la población, es decir hay 141 mil jóvenes.
El fenómeno de los 'Ni-Ni' inicia con la deserción escolar
Antes de la pandemia, en 2019, la diferencia entre la tasa de cobertura bruta de la básica secundaria y la educación media era de 25,5%, en 2018 había sido de 25,1%. Es decir, de cada 100 jóvenes que terminaban noveno, 25 no seguían sus estudios de bachillerato.
Si revisamos por qué se da la deserción escolar de los jóvenes en los grados décimo y once encontramos que las principales causas son económicas (falta de recursos materiales o la necesidad de ocuparse laboralmente); personales (problemas de aprendizaje, desinterés y desmotivación); familiares (embarazo a edad temprana, unión libre); y sociales (desigualdad social, entre otras).
En cobertura de la educación superior, se calcula que, de cada 100 jóvenes, en edad de ingreso a la Educación Superior (17 a 21 años), un 43.6 % de bachilleres acceden a la educación superior, un 56 % de los bachilleres que se gradúan cada año, no acceden a la Universidad.
En términos de cobertura universitaria las universidades públicas sólo reciben a la mitad de los aspirantes, dejando la otra mitad a las universidades privadas, jóvenes de todos los estratos económicos.
Los jóvenes bachilleres no estudian en las universidades porque ven muy larga la duración de los programas o porque son poco atractivos, los costos de matrículas son muy altos, y al final los salarios de los graduados son bajos. En términos económicos el costo de oportunidad de estudiar carreras profesionales es muy alto frente a buscar trabajo. Al final existe poca motivación frente a la dificultad de conseguir un empleo de calidad bien remunerado.
La mayoría de los jóvenes que ingresando a la universidad dejan de estudiar lo hacen por motivos económicos, por la dificultad económica para costearse sus matrículas, seguida de la necesidad de trabajar.
Entre las consecuencias sociales por deserción escolar están las de poca participación en las dinámicas democráticas de la sociedad; vivir en gran medida de la beneficencia y asistencia pública; vulnerabilidad social (desempleo, delincuencia, consumo de sustancias tóxicas, problemas de salud como depresión y ansiedad); y baja productividad laboral, recibiendo menores ingresos, bajos sueldos, contribuyendo menos a la economía del país.
El último informe del Dane nos dice que el desempleo juvenil en el trimestre marzo-mayo de 2021 fue de 28,1%, en 2019 para el mismo trimestre fue de 19,1%.
Una forma de superar la deserción en 10 y 11 es implementar y fortalecer ofertas en bachillerato intensivo semiescolarizado (concluir el bachillerato en menos de 2 años, invirtiendo sólo 2 horas diarias) y el bachillerato en línea. Estas opciones dan la oportunidad de superar las causas antes mencionadas. Estas ofertas deben articularse con el Sena y con otras instituciones de educación técnica y tecnológica.
También, es fundamental recuperar la noción de artes y oficios como opción de vida y por allí encontrar salidas al desempleo y a la falta de ingresos.
Con respecto a su vida laboral todo será más fácil para un joven que haya logrado desplegar sus capacidades y competencias en el sistema educativo. Por supuesto que, aunque esto es necesario no es suficiente. Jóvenes capacitados van a presionar el mercado laboral por lo que el desarrollo del aparato productivo es fundamental para resolver la demanda de empleos.
Quiero llamar la atención sobre el emprendimiento que hoy tenemos, importante en el corto plazo, pero de muy poca duración en el mediano y largo plazo. Los emprendimientos que hoy predominan son los que conllevan a micronegocios, en el sector de comercio y servicios, con ocupaciones informales y bajas remuneraciones. Estas opciones por lo general son pasajeras, los jóvenes buscan oportunidades laborales estables en empresas formales.
Solucionar el problema implica promover el desarrollo de un aparato productivo más sofisticado, industrial y de base tecnológica.
Atender a los 'Ni-Ni' requiere identificarlos con el fin de focalizar los diferentes programas, y por supuesto establecer programas de aprovechamiento del tiempo libre, de educación sexual y reproductiva, de salud mental, de mentoría o padrinaje, políticas públicas para fortalecer la capacidad de los jóvenes para aspirar a objetivos, crear y llevar adelante sus proyectos de vida.