Se ha instalado en la cotidianidad, durante varias generaciones, el viejo refrán: “detrás de todo buen hombre, hay una gran mujer” y con él se ha validado el mensaje equivocado de la supuesta grandeza de la mujer en contribuir con la trayectoria de hombres exitosos. Sin embargo, la frase realmente apela a la idea de la presencia de la mujer siempre “atrás”, en la sombra o la penumbra de la deslumbrante experiencia laboral de algunos hombres.
En la práctica son muchas las mujeres que vivificamos de modo excelente el refrán. Lo hacemos de forma desinteresada, desprovistas de conveniencias, algunas movidas por el infinito amor hacia las parejas o por las familias.
No obstante, en la mayoría de casos, ante la ausencia de la reciprocidad, el desconocimiento al trabajo arduo, silencioso y de “atrás” queda como redito para aquellos hombres que permanecen en una posición privilegiada solo por el hecho de ser hombres.
Por fortuna, la historia da cuenta de algunos casos famosos, de hombres que reconocen de modo directo en las mujeres que le acompañaron los esfuerzos de su trabajo. El expresidente de Estados Unidos Barak Obama es, sin dudarlo, uno de ellos. En público y en privado, ha resaltado la labor de su esposa Michael, no solo como la mujer más importante de su vida, sino la promotora de su carrera profesional.
En Colombia, el presidente Carlos Alberto Lleras Restrepo no dudo en destacar la valía de su esposa Cecilia de la Fuente, quien, como primera dama, fue la impulsora de todo un sistema de bienestar familiar en el país: sus esfuerzos permitieron la creación del ICBF y la ley que permitió el reconocimiento de la filiación extramatrimonial. Estas acciones la hicieron merecedora de distinciones por parte de su propio esposo y otros políticos que tuvieron la grandeza de reconocerla.
En estos tiempos, en donde pululan los discursos que ´promueven’ la equidad de género como un asunto importante, las palabras se contradicen con las acciones.
En el escenario local, hay mujeres que se encuentran ubicadas en la lista de las mejores coequiperas del mundo político, aunque desearíamos verlas brillar con luz propia.
Algunas de las esposas o exesposas de políticos locales son en exceso talentosas, estratégicas en la toma de decisiones, coordinan campañas, acceden a revisar agendas con los medios, son leídas, instruidas, preparadas, talentosísimas en sus trabajos, buenas madres; hay que ver cómo hacen de bien todo.
Pero lastiosamente pasan muchas veces inadvertidas. He tenido el privilegio de verlas de cerca y admirarlas de lejos, entre ellas cuento a Yuly Porras, esposa del candidato a la Cámara de Representantes Jaime Yepes; Claudia Lucía Bonilla, esposa del candidato al Senado de la República Miguel Barreto, y Vilma Gómez, exesposa del exalcalde Guillermo Alfonso Jaramillo, entre muchísimas más.
No quiero dejar de lado a otras mujeres talentosas como la Representante a la Cámara Adriana Matiz, a quien, lamentablemente, tal vez por decisiones de los hombres, nos privaron de verla escalar al Senado de la República. ¡Tiene todo el potencial para haber sido una de las mejores senadoras del país! Pero tuvo que dejar el camino despejado para que transitaran otros hombres de la región y una vez más nos quedamos “atrás”.