Muchos coinciden en señalar que el 2021 fue un año realmente difícil.
Si bien el 2020 cambió el rumbo de la historia de la humanidad por la llegada de la pandemia del COVID-19, el 2021 reafirmó todos nuestros temores. Por eso lo recibimos con desesperanza, después de haber aprendido algunas grandes lecciones de vida. Los valores en que transitamos pasaron del desconcierto, el dolor, la pérdida, el desconsuelo a incluso ser más empáticos, compasivos y bondadosos.
Sin embargo, cuando a veces creemos que nada puede ser peor, llega la vida y nos sorprende, como una manera de enseñarnos que con cada prueba hay un nuevo aprendizaje.
Así fue como el 2021 que ahora termina, para fortuna de muchos, apareció con un paro nacional que generó una inestabilidad institucional sin precedentes. Lo vivido, tras un año en encierro, se reflejó en las calles, donde todo tipo de reclamaciones sociales de años provocaron un estallido social.
Y es que el dolor no es solo el resultado de las dolencias que acontecen en el plano de lo físico o espiritual, de manera individual; el dolor es también colectivo, resultado de la manifestación de las carencias y ausencias que en lo social no fueron atendidas o advertidas a tiempo, y que terminan por generar la pérdida del concepto de lo público como “aquello que es de todos”.
Una de las cosas mas preocupantes de lo sucedido fue la polarización entre quienes siempre debimos permanecer unidos, en este año todos pagamos con un alto precio la concepción de una idea radical: los empresarios, los manifestantes, los transportadores, los maestros, los comerciantes, los campesinos, los jóvenes, el gobierno, todos sufrimos por la ausencia de comunicación.
Si el 2020 nos enseñó a ser empáticos para sentir el dolor del otro como propio, el 2021 debe dejarnos de lección ser comprensivos. Ya no basta tolerar el pensamiento diverso, se trata de escuchar las ideas del otro hasta descubrir su sentido, sin importar si nos parecen acertadas o no.
No es fácil, sí, pero hay que intentarlo. Esa comprensión del que piensa diferente puede rescatar vidas, evitar crisis y hacer justicia.
Comprender al otro requiere reciprocidad y produce aprendizajes de doble vía, incluso desde su dolor. De todos siempre hay algo que aprender y, como dice el cuento: “quédate con lo bueno, siempre con lo bueno”. Solo así serás compasivo en los días malos de otros.
Que ese sea el propósito para el 2022. Un Feliz Año para todos: para mis alumnos, para mis amigos, para mis compañeros de trabajo, para mi familia y para ustedes los lectores de esta columna.