Cansada de repetir lo mismo que todos conocemos y ya sabemos de nuestra ciudad, de sentirme parte del problema, de quejarme diariamente por sus intransitables calles, y de hacer culpable de sus desgracias a quien la dirige, que al fin de cuentas es el resultado de lo que entre todos elegimos –aún cuando no votamos por él o ellos–, me decidí a emprender un viaje por las cosas buenas de mi ciudad, porque pa’ ibaguereña yo.
Nací aquí, me crié aquí, estudié aquí, trabajé aquí, mis hijos son de aquí y ya parezco comercial de Mercacentro, en donde también suelo comprar cosas de aquí, y aunque he tenido la fortuna de viajar al exterior, aún estando lejos, e incluso en las comodidades de lo que se ha denominado el “primer mundo”, hay razones por las que finalmente me negaría a dejar esta tierrita.
La primera, es que Ibagué es verde, muy verde, llueva o haga sol, nunca pierde el color. La vegetación en esta tierra es invasiva, a tal punto que se prende de los postes de energía y de las cuerdas de la luz.
Segundo, Ibagué cuenta con una variedad de aves que es difícil ver en otras latitudes, en este tiempo se amplía la oferta ecoturística de avistamiento de aves.
Tercero, hay una gran variedad de rutas para hacer senderismo, casi todas concluyen en una cascada o en un nacimiento de agua. Solo por referenciar algunas y animarlos a senderear: se encuentra en el sector de Pastales la cascada La Plata, en el sector de Ancón está Tesorito, por la vía a Puerto Perú –hacia el nevado– la cascada El Secreto.
Asimismo, hay varios nacimientos de agua en el sendero de la vereda Cay, los alrededores de los tanques de la Pola, en el sector de Ambalá se encuentran varios miradores, los parques Tacurai y Pijao, un gampling y un cerro desde el que se hace parapentismo.
De Calambeo a Ambalá se cruza otro sendero con nacimientos de agua, hacia la variante se encuentra la laguna de Aparco, las cascadas en el sector del Totumo, solo un poco más allá del salado vía a San Bernardo otro par de miradores y esto solo por contar que hay muchos lugares por caminar y conocer.
Cuarto, hay siempre entusiasmo pensando en las fiestas del San Juan y este año será maravilloso ver de nuevo las comparsas por la carrera Quinta. Junio es un mes que huele distinto, se siente distinto y se vive distinto: se come lechona, tamal y se le celebra día al sombrero tolimense, ni qué decir del dulce aroma del Tapa Roja, sin dudarlo uno de los mejores aguardientes del mundo.
Quinto, me encantan los escenarios que ya se encuentran en funcionamiento en el Parque Deportivo: la pista atlética y de patinaje son maravillosas, encontrarme cuando camino a un montón de patos y conejos que me apuestan carrera, hacen que me cuestione la necesidad de cohabitar en ese espacio deportivo. Debo señalar que se coleccionan hermosos amaneceres en la cicloruta vía al aeropuerto.
Sexto, Ibagué ahora ofrece muchos sitios para comer bien, demasiado bien. El concepto de los restaurantes se adapta a lo vintage y con algo de clase, últimamente la tendencia es hacer de estos espacios un set de fotografía, ahora nos tomamos fotos en todo restaurante, llenos de adornos y lucecitas que nos hacen sentir modelos.
Y hay mucho, mucho por hacer en esta tierra, tiene todo el potencial para ser el mejor vividero de Colombia, lo tiene todo: el clima, la comida, su ubicación geográfica, las fiestas, la fauna y la flora, la gente, la música, pero inexplicablemente no se le ve progreso.
Empiezo a pensar que lo que me dijo una amiga es real: “Cuando ansías cariño, haces lo que sea por unas migajas”, y creo que eso nos ha pasado a los ibaguereños, ansiamos tantas cosas buenas para nuestra tierra que nos conformamos con las migajas y elegimos mal, siempre.