Hace poco leí sobre la importancia de no dejar nada en el mundo de los pendientes. Los “casi” suelen ser muy peligrosos en la vida de la gente, y así como son de riesgosos al insertarse en la cotidianidad, terminan también por hacerse parte de la vida en comunidad e inclusive, en hacer parte del modo de actuar de quienes nos gobiernan.
El “casi” está mediado por la idea de que siempre falta algo, generalmente muy poco para concluir una actividad o tarea. Lenta e imperceptiblemente los “casi” se relegan al olvido para atender otros asuntos que aún menos importantes, nos libran de la fea tarea de hacer algo a lo que le perdimos interés o a la que le tomamos cierta pereza. La única certeza de los “casi”, es que roban tiempo y energía en quienes quedan con el pendiente.
El problema mayor de los “casi”, es que con ellos todo se deja a medias, lo que aplica para todo en la vida, pero hay algunos ejemplos cercanos que nos dejan ver la gran dificultad de ellos en la sociedad.
Imagina que Ibagué, ese paraíso que otros ven con distintos ojos, la ciudad verde y de buen clima, vive llena de los “casi”. Por ejemplo, en ella casi se terminan las obras de los juegos nacionales previstas para el año 2015, hoy 6 años después todos sabemos que la tarea no se concluirá como quisiéramos.
En Ibagué casi se logran los diseños de la carrera 13, esa que descongestionaría un concurrido sector de la ciudad, luego de más de 10 años de escuchar el propósito casi se logra por lo menos en el papel. Hace más de 12 años, se hablaba de la recuperación histórica de un Panóptico, hoy se dice que ya casi se termina. Todo en Ibagué es un casi, al final se resume en una Ibagué inconclusa, a medias, sobreviviendo en la escala del relativo gris.
Pero hay que ver también la existencia de los “casi” redentores, salvadores, en esa misma Ibagué, un alcalde casi termina condenado, casi alcanza el tiempo para hacer el juicio, casi que no se dilata, casi que las pruebas contundentes afloraban, porque hay “casi” que son honestamente liberadores para muchos, generalmente para los no tan buenos.
Quienes deben liderar acciones que concluyan en Ibagué se acostumbraron, y de paso nos acostumbraron, a vivir de los “casi” y parece que nos gusta lo inconcluso, lo incompleto, lo que no se logra, a lo que no se llega, seguimos viviendo de las buenas intenciones, de las palabras, de los cientos de: casi casi, casi, todo a medias, todo relativo.
Sinceramente el panorama en nuestra Ibagué querida no parece mejorar, es como el mal chiste de los “casi algo”, esos difíciles de olvidar porque no se dejan conocer, entonces uno se queda con el imaginario y esos imaginarios son una belleza. Ibagué siempre se queda así, con la belleza del imaginario, porque no hay quien le haga realidad sus sueños.