Llevo casi tres meses de haber renunciado al trabajo “estable” que tenía para dedicarme 100% a mi emprendimiento, estoy completamente feliz. Cada día confirmo que es la mejor decisión que pude haber tomado y no porque el trabajo que tenía fuera malo, por el contrario, era lo todo lo que algún día soñé, pero simplemente sentí que era el momento de avanzar y cerrar ese ciclo para abrir otro.
Por el contrario de lo que muchos dicen, considero que para mí ha sido fácil, he sentido que todo ha fluido tanto que a veces me sorprendo del avance que hemos logrado. Sin embargo sí debo precisar que existen cosas, en este mundo del emprendimiento que molestan y a veces desilusionan.
Considero que lo más fuerte es el valor de las cosas. Existen personas que se creen con el derecho de ponerle un precio a lo que otro hace, cuando desconocen el esfuerzo, la pasión y sobre todo el compromiso con el que se construye cada cosa. O más aún, que se atreven – porque para mí es atrevimiento – a pedir descuento sobre algo que ya tiene descuento o a sugerir que x/y cosa debe darse gratis.
Si bien es cierto que como emprendedores debemos poner también un valor razonable a lo que ofrecemos, también es muy cierto que solo cada uno de los que está detrás de ese proyecto sabe perfectamente qué tanto le costó hacerlo y así mismo, cuánto puede cobrar por ello.
Mi producto es un alimento, no sobrepasa los $20 mil pesos y es realmente saludable comparado con otros del mercado, dentro de la misma línea, pero que no son 100% colombianos… y lo que me ha parecido curioso es el hecho que personas llegan a decir que es muy costoso, cuando la camiseta, los zapatos, el reloj, el perfume, el bolso o cualquier accesorio, que llevan puestos sobrepasa ese valor, mínimo 5 veces, es un producto importado y además, y lo que es para mí más grave, no cumple realmente una función más allá del adorno del cuerpo, pues una prenda del mismo diseño que cueste $200 mil hace lo mismo que una de $30 mil.
Finalizo pidiendo a quien lee esta columna un favor, intente sobre todas las cosas y la mayor cantidad de veces que pueda, comprarle a un emprendedor sin regatearle, sin criticarle, sin ser más allá que un cliente cordial y exigente que le ayude a él/ella a mejorar, pero siempre guardando la línea que usted como cliente tiene todo el derecho a elegir entre lo que le parezca caro o barato sin criticar o denigrar el producto que le ofrecen.
Y por último respóndase estas preguntas con toda sinceridad ¿en qué porcentaje gasta más sobre lo que realmente le hace bien y lo que es simplemente por aparentar estatus? ¿Escatima usted en el presupuesto del mercado y no en aquello en lo que realmente no importa si es caro o barato?