Johana Aranda está viviendo un cuento de hadas. Su primer año como alcaldesa de Ibagué ha sido fantástico, mediático y muy rentable para ella y su marido, Juan Arturo Gutiérrez, quien arrancó el 2024 estrenando una camioneta Mercedes Benz, negra, avaluada en cerca de $300 millones.
Ambos están viviendo su cuarto de hora y lo están aprovechando al máximo, pues solo en 12 meses de mandato ya exponen los éxitos personales que brinda el poder parroquial: ropa de marca, cinturones, zapatos, relojes, gafas, bolsos y otros lujos que exhiben los nuevos ricos de Ibagué.
Su felicidad es tan evidente que la exteriorizaron con sus disfraces decembrinos: ella con su atuendo de princesa y él como de soldadito de plomo.
¿Pero cómo no celebrar en esta Navidad? Razones tiene y de sobra. Aranda llegó a su cargo como alcaldesa de Ibagué con solo $32.617 en la cuenta bancaria, como lo certificó ella misma en su declaración de bienes y rentas, y pocos meses después acumuló una fortuna exprés que no ha querido justificar, por lo menos ante los medios de comunicación.
Además, tiene como amiga a la invisible contralora municipal, Edna Margarita Murcia, asiste a sus rumbas privadas y cantan vallenatos juntas. Con esa relación tan cercana es apenas lógico que no investigará nada de la actual administración.
En un cuento de hadas la contralora Murcia sería la ‘bruja’ de la historia, el cruel personaje que intentaría hacerle daño a la princesa Aranda, pero no es así.
Aquí, en el maravilloso mundo político ibaguereño, la protagonista y la antagonista son amigas y posiblemente estarán ayudándose mutuamente gracias a las brillantes mentes de sus príncipes: Antonio Fajardo y Juan Arturo Gutiérrez, quienes habrían intentado montar negocios en el Ibal e Infibagué, como lo denunció este medio de comunicación.
La princesa Johana Aranda también tiene a su favor las fallas ‘humanas’ en el área de recepción de denuncias de la Fiscalía seccional Tolima, por lo que las investigaciones en su contra se tardan más o se desaparecen de los despachos. Eso no lo imaginaría ni el más talentoso libretista.
Y ni qué decir de la Procuraduría General de la Nación, controlada por políticos afines a la mandataria. Esta entidad parece que no existiera en el Tolima y solo brilla por exonerar o absolver funcionarios.
Sin lugar a dudas todo esto es un verdadero cuento de hadas y hay razones de peso -y pesos- para festejar.