¿Y las lecciones de la emergencia del 19 de octubre en Ibagué para cuándo?
De la emergencia del pasado 19 de octubre en Ibagué -la noche la inundación más grave que ha enfrentado la ciudad- solo quedó la entrega de unas cuantas neveras, lavadoras, cafeteras, colchones y computadores.
Hasta hoy se desconocen los resultados de las evaluaciones técnicas y operacionales de lo que pasó esa ese día. Tampoco se hicieron públicas las recomendaciones de los organismos de socorro, y las campañas preventivas y pedagógicas de la Administración Municipal no aparecen por ninguna parte.
El más reciente pronunciamiento oficial fue el desgarrador mensaje de solidaridad del alcalde Andrés Hurtado, quien dijo que hubiera querido estar en el barrio Jardín ayudando a las familias damnificadas, untándose de barro y sacando el agua en baldes, pero estaba de vacaciones en Argentina. Además, afirmó: “Yo no elegí que lloviera de esa manera”.
No puede ser posible que un hecho tan grave como el que vivió la ciudad esa noche de intensas lluvias no nos deje enseñanzas y aprendizajes. Es claro que la incapacidad de la administración del ingeniero Andrés Hurtado no es lo único que hay que analizar. También tenemos que hacer una autocrítica como ciudadanos.
Ese aguacero sin precedentes recientes en la historia de Ibagué tomó a todos por sorpresa, cayó al final de la tarde, cuando miles de personas salían de sus sitios de trabajo y el flujo vehicular crecía.
Esa debería ser la primera recomendación que deberíamos atender. Si advertimos que hay una situación de riesgo por lluvias o una tormenta eléctrica, lo mínimo que podemos hacer es quedarnos en un sitio seguro y no salir a exponernos a la calle.
También debemos insistir en la necesidad de ser más responsables con la disposición final de las basuras y no arrojar bolsas y todo tipo de inservibles a la calle, como lamentablemente pasa en barrios como La Pola y zonas aledañas a la avenida Guabinal.
La empresa Interaseo, aunque cumple con su misión de manera aceptable, recoge mensualmente millones de dinero por su servicio, pero poco o nada invierte en campañas de cultura ciudadana.
Pero seguramente el llamado más importante que hay que hacerles a los habitantes de Ibagué es a tener más sentido de pertenencia, no solo para enfrentar emergencias naturales, sino también por el oscuro panorama político y económico.
Debemos dejar a un lado la indiferencia y elegir buenos alcaldes para que la ciudad salga del estancamiento en el que está: sin redes de acueducto y alcantarillado, sin agua potable, sin calles pavimentadas ni señalizadas, sin semáforos, sin empleos ni desarrollo económico y sin futuro.