Las autoridades locales y regionales deben entender de una vez por todas que la mejor estrategia para reactivar la débil economía de Ibagué, en el corto y mediano plazo, es impulsar y promover el turismo.
Pero hay que hacerlo de manera seria, planificada, organizada y sustentada en el tiempo. No simplemente con eventos deportivos intermitentes, como los que están gestionando la Alcaldía Municipal y la Gobernación del Tolima, los cuales son importantísimos.
Pero hay que ir más allá. Debemos poner sobre la mesa una política pública que unifique los intereses y compromisos de particulares, como los inversionistas, los transportadores, los comerciantes locales y los trabajadores del sector, sino también de las administraciones públicas.
En el turismo todo está inventado, solo basta con actuar. Debemos despertar y replicar modelos exitosos como los que han implementado nuestros vecinos del Eje Cafetero, que, pese a la tardanza de las obras del Túnel de La Línea y la inestabilidad de la vía, siguen atrayendo más turistas.
Tenemos una infraestructura hotelera buena, aunque puede mejorar. Hay restaurantes, sitios atractivos y únicos como el Conservatorio del Tolima, senderos naturales, cascadas, diversidad de climas y la tradicional oferta gastronómica que no nos quita nadie: la lechona y el tamal.
Tenemos de todo, de todo menos líderes políticos y empresariales que nos saquen del atolladero económico.
Ya se tomaron muchos tintos definiendo la vocación de Ibagué: que si es una ciudad agroindustrial, que si puede ser un centro logístico para el país o que si la alternativa es el turismo y la oferta de bienes y servicios.
Llegan alcaldes y lanzan cuentos como la ambiciosa Agrópolis de Guillermo Alfonso Jaramillo, que terminó en un simple globo, eso sí: con todo el corazón. Y como él, han pasado otros más, con más pena que gloria, e Ibagué continúa estancada.
Por fortuna, la ciudad tiene una ubicación geográfica estratégica y un amplio panorama de negocios, lo que permite desarrollar proyectos agroindustriales y logísticos, como el que
sacó adelante la familia Sierra Pineda, que logró tener en su parque empresarial centros de distribución de D1 y Colanta, para citar solo dos casos.
Pero mientras fortalecemos esas líneas de inversión, debemos salir y buscar a todos los potenciales turistas que están desesperados del encierro de la pandemia.
Antes del COVID-19, en 2019, el turismo generó 44.734 puestos de trabajo directos en el Tolima. En la actualidad, tenemos 28.382 camas disponibles en hoteles, hostales, apartahoteles, fincas y albergues.
Además, con los incentivos que entregó el Gobierno Nacional para reactivar este sector de la economía, habrá planes turísticos y tiquetes más baratos.
Todo está servido y hay que actuar ya. El pasado puente festivo, el Hotel Estelar de Ibagué estuvo lleno y, como dato anecdótico, decenas de niños y jóvenes bogotanos se divirtieron en la piscina, pese al aguacero y al frío del domingo en la mañana. Venían a disfrutar su estadía en la ciudad y ni el clima variable les dañó el paseo.
El restaurante estuvo a tope, fue necesario hacer fila para desayunar. Parecía un restaurante de Crepes and Waffles, en Bogotá.
La capital del país es nuestro principal mercado, pero tenemos que salir a buscar los turistas y los eventos de las empresas y de los gremios. Si no lo hacemos, Medellín, Cali, la Costa Atlántica y el Eje Cafetero seguirán repartiéndose la torta entre ellos.