La pandemia del COVID-19 ha centrado la atención de los medios de comunicación en los reportes de las personas contagiadas y en el doloroso conteo de las víctimas fatales de este peligroso virus.
La Alcaldía de Ibagué, a través de la Secretaría de Salud Municipal, viene desarrollando actividades de contención, identificación de posibles brotes, monitoreo de pacientes positivos y, recientemente, adelanta labores de viligancia para exigir el cumplimiento de los protocolos de bioseguridad en los establecimientos comerciales.
Pero hay otro ángulo de la crisis sanitaria y social que, al parecer, no tiene doliente: el maltrato intrafamiliar. En muchos hogares hay -en este momento- mujeres víctimas de todo tipo de maltrato, pero la falta de orientación y el temor las mantiene silenciadas.
La única que alzó su voz en estos tiempos de pandemia fue la joven Sharon Hernández, de 19 años de edad, nacida en Ibagué, pero con nacionalidad finlandesa. Ella decidió denunciar al maltratador Andrés Felipe Matallana, un sujeto que posa en las redes sociales como productor musical y quien es muy hábil conquistando niñas. (Las 12 horas de angustia que sufrió Sharon Hernández, la joven que fue brutalmente maltratada por el DJ Andrés Matallana)
Ese individuo la golpeó salvajemente y después de un mes de denunciar el hecho, ella está escondida, asustada, traumatizada y el agresor libre, disfrutando de la impunidad de la justicia ibaguereña.
Con este mensaje, muchas mujeres agredidas dirán: ¡Si vé, para qué uno denuncia!
Pese a los múltiples esfuerzos por la creación de normas y protocolos que atiendan a las mujeres víctimas de violencia, lo cierto es que existe un distanciamiento entre lo que se escribe y las actuaciones efectivas para protegerlas.
La violencia contra la mujer supone acciones que le ocasionan daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico, con frecuencia una sola mujer puede ser víctima de todos estos tipos de violencia.
Además, cuando se presenta en la relación de pareja se convierte en un ciclo de violencia que parece no tener fin, mediado entre fases de tensión, explosión y, posteriormente, en un aparente alejamiento que permite una tregua. Ahí es cuando los agresores muestran arrepentimiento y las victimas creen en el cambio para dar inicio nuevamente al ciclo.
A Sharon la maltrató su exnovio, y ya no lo podrá hacer más, pero a otras mujeres las están agrediendo sus esposos, los padres de sus hijos, los hombres que las sostienen económicamente. A ellas hay que rescatarlas.
El nivel de crueldad es tan alto que se sabe de esposas que han sido quemadas con agua hirviendo, pero no hablan por termor.
La Alcaldía de Ibagué ha recibido apenas 169 denuncias de maltrato en el transcurso del año: 62 por violencia sexual, 85 por violencia física, 15 por maltrato sicológico y siete por abandono. Esas cifras no muestran la realidad ni la gravedad del problema.
Ojalá la Administración Municipal invirtiera más en estrategias de prevención y denuncia, en lugar de estar llevando orquestas a los barrios de Ibagué, promoviendo la rumba y el consumo de alcohol.
Tal vez, muchos de los hombres que se gozan las parrandas pagas con recursos oficiales salen después a maltratar a sus parejas.