En el más reciente informe del DANE sobre el desempleo, se evidencia como de forma dramática Ibagué ocupa un deshonroso segundo lugar por detrás de Quibdó. Estos resultados no solo son muy preocupantes, sino que llevan a pensar que de forma urgente se deben tomar acciones reales y de fondo, para de forma inmediata iniciar a revertir esta tendencia.
Es que en retrospectiva si bien en la ciudad el número de empresas se ha incrementado en los últimos 10 años en un 51.2 %, la realidad económica no refleja lo mismo.
De acuerdo con los datos registrados en la Cámara de Comercio de Ibagué a enero de 2020 se tiene un total de 26.280 empresas; de las cuales el 96.23 % son microempresas las cuales en su mayoría se concentran en actividades de comercio; lo anterior no es malo, pero si se hace un análisis profundo de qué tipo de empresas son, posiblemente los resultados lleven a pequeñas empresas las cuales en teoría generan empleo, no siempre formal y con una limitada capacidad de jalonar realmente la economía, la productividad y la competitividad de la ciudad.
En los últimos años se ha visto como algunas empresas que otrora generaban empleo y dinamizaban la economía de la ciudad en sectores como el agro, los textiles y la confección se fueron o cerraron sus puertas; esto a los ojos de todos y muchas veces sin intervención de las autoridades para evitarlo. En gran parte muchas de estas decisiones fueron tomadas por la carencia de incentivos, por estrategia de mercado o por falta de un ecosistema para su crecimiento.
Lo anterior ya sucedió y no es tiempo de buscar culpables, es hora de encontrar soluciones que verdaderamente impacten la ciudad y su economía a partir del desarrollo empresarial y mejorar las cifras de empleo. Es momento de aunar esfuerzos entre las autoridades locales y los gremios para reactivar la economía.
Si bien el problema tiene causas macroeconómicas que son difíciles de cambiar, parte del mismo, puede tener raíz en que no se ha contado con una estrategia clara de desarrollo empresarial para la ciudad y en muchas ocasiones cada cuatro años se define una visión diferente por parte de la administración de turno, generando planes y proyectos de corto plazo y con un impacto muy bajo.
Por otro lado, no hay claridad del tejido empresarial de la ciudad y se tiende a creer que todos los empresarios tienen las mismas necesidades. Es por esto que urge llevar a cabo una caracterización y focalización de las empresas de la ciudad, que determine su oferta, capacidad de producción y mercado actual; identificando también problemáticas transversales para posteriormente generar iniciativas, planes y proyectos que den solución a los problemas encontrados. Estas soluciones no pueden ser las mismas para todas las empresas independientemente estén en el mismo sector o no.
El reto es la creación de estrategias de trabajo sinérgico que busquen encadenamientos productivos entre las grandes y pequeñas empresas; fomentar el emprendimiento desde la demanda y con posibilidad de acceso a recursos para que no deriven en empresas de subsistencia; promover actividades de fortalecimiento empresarial, como adecuación de la oferta exportable y acompañamiento en el proceso de exportación; compras conjuntas para lograr escala en precios y venta cruzada; incentivar el uso, acceso y desarrollo de las TICS en procesos de transformación, innovación e inteligencia competitiva; definir de una buena vez las apuestas productivas de acuerdo con las fortalezas, las ventajas competitivas y comparativas que hoy la ciudad tiene, respondiendo a las oportunidades del mercado; crear una política clara de atracción de inversión y generar actividades de promoción de productos y servicios, como son las ferias y misiones comerciales; y porque no la activación de la Casa del Tolima como centro de negocios para un mercado que tiene el 30 % del PIB nacional como lo es Bogotá.
Las anteriores pueden no ser las únicas estrategias para la mejora de la situación actual, lo que si es cierto es que la ciudad requiere urgentemente pasar del discurso a la acción.