Ibagué culmina un cuatrienio oscuro. Tal vez el más oscuro en la historia reciente de la ciudad. El alcalde Andrés Hurtado tuvo durante su mandato a un Concejo Municipal con un bajísimo nivel intelectual, con una escasa formación académica -en varios casos- y con una limitada capacidad política.
En estos cuatro años, las noticias de los concejales de la ciudad fueron: borracheras en sus apartamentos, accidentes viales ebrios, amenazas de peleas a los puños en el recinto de la corporación, denuncias sobre entrega de dádivas y burocracia para aprobar los proyectos presentados por la administración saliente.
Ni siquiera los partidos de oposición ni los cabildantes que no acompañaron a Andrés Hurtado hace cuatro años hicieron mucho. Javier Mora, del jaramillismo, dejó sus críticas al gobierno de Hurtado cuando la representante Olga Beatriz González y el quemado excandidato a la Gobernación del Tolima Mauricio Jaramillo recibieron unos puestos y unos contratos en la Alcaldía de Ibagué.
Tampoco hizo algo el conservador Brayam Escandón, quien hace parte del círculo cercano del senador Óscar Barreto. Se suponía que después del distanciamiento de Hurtado con su jefe, él sería una de las voces críticas del barretismo en el Concejo Municipal.
Pero no. Escandón miró para el techo cuatro años y Barreto le concedió el deseo de hacerse diputado del Tolima. Saltó del Concejo a la Asamblea con más pena que gloria. Lo consiguió fácil y rápido. Solo porque Barreto tiene la varita mágica de la política y hace lo que quiere con el poder y sus votos.
Y, para rematar el periodo, otro grupo de cabildantes se señalan mutuamente de presuntos hechos de corrupción en el proceso de elección del nuevo Personero de Ibagué.
Estos personajes tienen en sus manos montar el cuestionado concurso de méritos para seleccionar al reemplazo de la viajera personera Francy Johanna Ardila, quien también sale del cargo llena de denuncias e investigaciones por presuntos malos manejos, derroche de viáticos y un sinnúmero de ausencias.
Ella, al igual que la polémica contralora de Ibagué, Margarita Murcia, fueron elegidas por estos honorables concejales.
A propósito, la Fiscalía General de la Nación no nos ha contado si fue cierto o no que la señora Murcia y su esposo Antonio Fajardo Rico habrían sobornado a los cabildantes locales para que la escogieran como Contralora, presuntamente, a cambio de dinero en efectivo.
En resumen, Ibagué tuvo tal vez el Concejo Municipal más mediocre de su historia y las representantes de la Personería y de la Contraloría no se quedaron atrás. Estos tres órganos se amangualaron entre sí, se taparon con la misma cobija y, gracias a eso, la ciudad quedó en el estado que está.
Pero tal vez lo más doloroso es que sostener estas entidades -y su burocracia- le costó a la ciudad en estos cuatro años $50.433.983.655.
Según las cifras oficiales obtenidas por este editorial, el Concejo de Ibagué se gastó $20.331.979.243, la ineficiente Personería Municipal se devoró un presupuesto de $15.444.447.068 y la invisible Contraloría la suma de $14.657.557.344.
¡Qué mediocridad tan costosa!