Escribir un editorial sobre el caos vial y la falta de planificación urbana que enfrenta Ibagué podría ser, para algunos, un despropósito en época de farra, desorden social, consumo abusivo de alcohol y folclor.
Pero, precisamente, en este periodo de fiestas llegarán miles de turistas, muchos -probablemente- procedentes de New York, gracias al costoso espectáculo del alcalde Andrés Hurtado y su séquito en la capital del mundo.
Estos visitantes se encontrarán con una ciudad destrozada por la negligencia administrativa de varias décadas y por la incompetencia de sus autoridades, quienes no han podido lograr una movilidad decente, amigable con el medioambiente, organizada y con cultura ciudadana.
Como es sabido, Ibagué tiene una de las peores mallas viales del país, comparándola con ciudades de igual o menor tamaño poblacional, como Pereira o Envigado, en Antioquia.
Pero además tenemos otro vergonzosa característica: no nos importa estacionar en cualquier sitio, obstaculizar la movilidad y reducir los estrechos carriles viales sin sonrojarse.
Y, como si esto fuera poco, ni los constructores ni los empresarios privados dan ejemplo. Colegios como Cisneros o San Bonifacio, centros comerciales y supermercados de cadena, entre otros, no habilitaron -dentro de sus instalaciones- sitios de estacionamiento temporal o vías internas para quienes recogen a sus hijos o para que los taxistas recojan a sus clientes.
Todos acuden a la fácil: tomarse las calles aledañas como bahías de taxis o estacionamientos temporales.
Mientras en ciudades como Medellín o Envigado, los centros comerciales tienen ‘acopios’ de taxis dentro de sus instalaciones, en Ibagué, Multicentro, La Estación y Acqua, entre otros, invadieron las vías públicas, aprovechándose de la falta de autoridad y normas urbanísticas.
Los curadores urbanos de Ibagué coincidieron en señalar que no existe ninguna norma en el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) que exija la construcción de estacionamientos o bahías dentro de los proyectos.
La responsabilidad con la movilidad de Ibagué no es solo de los alcaldes. Para transformar esta ciudad hay que dar ejemplo y el sector privado no puede pasar de agache, no puede invadir vías o andenes, como lo hacen a diario.
Por último, necesitamos que cada uno de los conductores asuma una actitud más amable cuando están frente al volante. Ceder el paso a otros vehículos y darles prioridad a los peatones debería ser la constante en la ciudad. Eso mejoraría la imagen de la ciudad.
Ojalá iniciemos el camino de la transformación social, empezando por la movilidad, con el liderazgo de las autoridades, el compromiso y buen ejemplo del sector privado, y la disposición de los conductores y peatones.
Que los turistas neoyorquinos que nos visiten por estos días de fiesta y farra municipal se vayan impresionados, no solo de la capacidad de convocatoria de nuestro alcalde rumbero, sino de la amabilidad de los habitantes de Ibagué.