Lo que pasó en Ibagué en las últimas 24 horas no tiene presentación. El miércoles en la noche, un amplio grupo de motociclistas hizo la promocionada caravana de Halloween, pese a las prohibiciones de la Alcaldía Municipal.
Salieron en manada, recorrieron buena parte de la ciudad, ejecutaron sus maniobras peligrosas y nadie hizo algo para impedirlo. Los agentes de Tránsito de Ibagué y algunos policías montaron un pequeño retén cerca a los Arrayanes y allí sorprendieron a unos pocos conductores disfrazados. Los sancionaron porque iban solos, no en grupo. Tal vez porque ya les tienen miedo.
Y tienen razones para sentir miedo. Hace dos semanas, estos antisociales atacaron a otros funcionarios de la Secretaría de Movilidad. Los amenazaron con armas de fuego y les dañaron las motocicletas oficiales. Si eso hacen con las autoridades: ¿qué le pasaría a algún conductor que tenga un percance con ellos en las vías? Ya ustedes se responderán. (Ver: Motociclistas que hacen piques en Ibagué son unos bandidos y criminales: Sec. Movilidad)
Estos jóvenes, que se autodenominan deportistas, tienen de ‘ruana’ la ciudad desde el pasado mes de septiembre y al gobierno del alcalde Andrés Hurtado le quedó grande controlarlos. (Ver: Volvieron los ‘piques’ de motociclistas y el desorden nocturno a las vías de Ibagué)
Al día siguiente, el jueves, al mediodía, la ciudadanía se llevó otra sorpresa. Un grupo de taxistas, inconforme con la inoperancia de la Administración, decidió impedir la movilidad en el norte de la ciudad y cerró el eje vial de la calle 60, desde la avenida Ambalá hasta Mirolindo, durante cinco horas. ¡Sí, cinco horas!
Miles de personas resultaron perjudicadas por la poco considerada manifestación de estos transportadores y por la falta de reacción de los secretarios de Gobierno y de Movilidad, Carlos Portela y César Yáñez, respectivamente. Debe ser que los dos viven en La Pola y no atienden sus responsabilidades públicas entre las 12:00 del día y las 2:00 de la tarde. Como en los pueblos.
Mientras ellos almorzaban, otros estuvieron encerrados en sus carros impotentes, desesperados y aguantando hambre. A las 4:45 de la tarde, los dos funcionarios, acompañados por la Policía Metropolitana, lograron destaponar la 60.
Los ciudadanos, enfurecidos, se preguntaron a través de las redes sociales: ¿por qué se demoraron tanto tiempo para reaccionar? ¿por qué no sacaron el Esmad de la Policía y las grúas de la Secretaría de Movilidad para levantar el bloqueo e inmovilizar los taxis? Esas preguntas aún no tienen respuesta.
Y, para rematar, el jueves en la noche salió una barra del Deportes Tolima a celebrar los 20 años de su fundación. Como saben que aquí no hay autoridad, montaron otra caravana. Iban motocicletas, camionetas y hasta una tractomula que transportó en el ‘planchón’ a un importante número de aficionados.
No les importó nada, pues para muchos de estos muchachos el COVID-19 no existe. Por eso salieron en grupo, sin distanciamiento, sin tapabocas y con mucha marihuana - el cacho se lo rotaban entre todos, como se observó en varios videos -. Atravesaron la ciudad y terminaron en una tremenda fiesta en el Parque Manuel Murillo Toro.
Después de publicar los videos de la ‘COVID-caravana’, la Policía Metropolitana llegó con el Esmad, impuso unos comparendos e inmovilizaron las camionetas y la tractomula.
Todo esto ocurrió en pleno 'pico' de la pandemia, cuando la ciudad está reportando miles de infectados semanalmente y muchas familias tienen que despedir a sus seres queridos desde las rejas de los hospitales. Ya sumamos 580 muertos en el Tolima, 366 procedentes de Ibagué.
Lo que pasó en estas últimas 24 horas no solo prueba la falta de autoridad que hay en la ciudad, sino que es una amenaza para el sistema de salud y para la débil economía local, porque, al paso que vamos, nos encerrarán otra vez.