La dolorosa tragedia de doña Rubiela Chivará, quien murió porque en enero de 2016 no recibió la operación urgente que el médico tratante le había ordenado hacerse desde mayo de 2015, demuestra que siguen el “paseo de la muerte” y los demás horrores del sistema de salud, así la omnipresente retórica del ministro Alejandro Gaviria lo niegue, mientras monta el mayor negocio de la historia de las EPS. E igual conclusión sale del deceso de Camila Abuabara, ejemplo de la dignidad de los colombianos, actitud que Juan Manuel Santos y sus cortesanos se empeñan en que deje de ser virtud nacional.
Aunque no se informan todos los casos, cada día se sabe de otro drama, además de los de doña Rubiela y Camila, tan dolorosos: citas con especialistas y cirugías en exceso tardías, pacientes en urgencias tirados días enteros por el piso o en sillas de plástico, sueldos de médicos y enfermeras que se pagan con retrasos insoportables, frecuentes despidos y liquidaciones en hospitales públicos, graves problemas financieros y hasta quiebras de clínicas privadas y estudiantes de medicina que no cuentan con hospitales universitarios donde prepararse. Son en especial dramáticas las agresiones físicas al personal de la salud por parte de familiares de pacientes, quienes, de esta manera equivocada, protestan contra un inicuo sistema de salud que maltrata a sus seres queridos.
Y la tragedia es mayor porque los colombianos padecen y mueren por males que la medicina sabe tratar y curar. Porque, de acuerdo con el Instituto Nacional de Salud, entre 1998 y 2011, el 53 por ciento de las muertes “correspondieron a causas clasificadas como evitables” (http://bit.ly/1TdgJf7).
Es muy grave que las IPS públicas y privadas operen con muchas dificultades y hasta agonicen aplastadas por la gran deuda de las EPS y del Estado, que no cancelan como deberían los servicios de esas instituciones. Porque es obvio que no puede haber buena salud si el sistema estrangula a los que deben prestarla, verdad que también desnuda la cacareada cobertura, que con frecuencia no pasa del papel.
Y mientras pacientes, personal de la salud e IPS públicas y privadas sufren las duras y las maduras, el gobierno mantiene a rajatabla el negocio del parasitismo financiero, del aseguramiento, de las EPS. Fácil sería por ejemplo, si a Santos y a Gaviria se les antojara, establecer en la ley que las EPS deben, primero, pagarles las cuentas a las IPS y luego, si es del caso, impugnarlas, lo que significa establecer que el sistema funcione al revés de como lo hace ahora.
La historia de las decisiones sobre Saludcoop muestra qué desvela a Santos y a Gaviria. Como lo probé en el Senado, Saludcoop intervenida por el Estado siguió apropiándose ilegalmente de la plata de la salud, como en los días de Carlos Palacino (http://bit.ly/1wBAamw). Incluso, los interventores del gobierno interpusieron una acción legal para no devolverle al sistema los 1.4 billones de pesos de la condena de la Contraloría, pago que tampoco resuelve la liquidación, que también deja en el aire los derechos laborales de los trabajadores y las cuentas de las IPS y los proveedores.
Alejandro Gaviria fracasó en su intento de usar el Plan de Desarrollo para convertir a Saludcoop en una sociedad anónima. Pero lo logró con su liquidación, al trasladar sus clientes a Cafesalud S.A. –sociedad anónima– y prestarle a esta 200 mil millones de pesos convertibles en acciones, con lo que el Estado tomó el control de la junta directiva. En la práctica, una nacionalización, pero bajo el cálculo neoliberal de luego privatizarla, como hizo con Isagen y busca hacer con Propilco (Ecopetrol).
Por si faltaren dudas de para donde van Gaviria y Santos, CM& tituló: “Designan tres supercacaos para manejar Cafesalud”, refiriéndose al nombramiento en su junta directiva de Augusto López Valencia, Juan José Echavarría y Lea Heenan, socia de Alberto Carrasquilla, para promover su privatización (http://bit.ly/1O6VLbc). Echarles el guante a 6.5 millones de UPC al año –a unos 600 mil pesos cada una– pone a salivar a los linces de Wall Street y a sus intermediarios criollos. Además, el senador Armando Benedetti alertó sobre movimientos para venderle las clínicas que eran de Saludcoop –hoy Cafesalud S.A.– a una trasnacional. Que Cafésalud sea pública no resuelve todos sus problemas, pero privatizarla los empeora. ¡Pilas, dolientes de la salud!