En el partido Dignidad expedimos una declaración rechazando la invasión de Rusia a Ucrania. Porque por razones de principios somos partidarios del respeto a la soberanía nacional de los países y de la solución pacífica de los conflictos entre ellos. Puedo decir además que tengo profundos desacuerdos con Vladimir Putin y con Joe Biden, los máximos dirigentes de las partes en conflicto, entre los que hay que incluir a los jefes de los gobiernos europeos miembros de la OTAN.
Luego de ya casi un año de guerra, los daños y desgracias para los ucranianos son incalculables y en aumento, grandes son las pérdidas de los rusos y muchos los sufrimientos de los habitantes del resto de Europa y del mundo, dado que los impactos económicos de esta confrontación presionan la inflación global, el alza en las tasas internacionales de interés, las quiebras, el desempleo y la pobreza y la posibilidad de que el mundo entero caiga en una recesión. Luego estamos ante una guerra que nos está causando graves daños a casi todos los habitantes de la tierra, empujándola además hacia más situaciones muy dañinas e impredecibles.
Por esta sola razón, entonces, ¡Paz en Ucrania ya! debe ser la consigna que nos una a todos los seres humanos, no obstante las muchas diferencias que nos separan sobre numerosos asuntos, incluida la interpretación que cada uno pueda tener sobre las causas de esta guerra. Acuerdo de paz que debe incluir, en primer término, la opinión de Rusia y Ucrania, pero también de Estados Unidos y de los países de la OTAN, que, como decisivos actores del conflicto que son, deben contribuir a superarlo.
Pero hay otra razón más y más poderosa aún para ¡paz en Ucrania ya!, que no se menciona o se menciona en voz baja, y que es en últimas la que motiva este artículo. Esta guerra tiene todas las posibilidades de degenerar en un enfrentamiento con armas nucleares, capaces de causar daños de proporciones inimaginables en Ucrania, Rusia, Estados Unidos y Europa, si es que además ese tipo de armas –de las que existen más diez mil– no terminan utilizándose contra otros países.
No creo que haya nadie en este planeta, salvo que sea un absoluto irresponsable, que se atreva a descartar que esta guerra pueda estallar y alcanzar proporciones apocalípticas, dadas las tensiones de la guerra actual, lo destructivo de una conflagración con armas nucleares y la amplitud de los daños económicos, sociales y políticos en todo el mundo.
En el acuerdo de paz que se pacte, complejo de acordar sin duda, no pueden faltar las garantías entre todas las partes en contienda de que ninguna de ellas quedará en condiciones de inferioridad para poder ser atacada con armas nucleares por otra, riesgo que se sabe está en el origen de esta conflagración.
Debe conocerse que si Estados Unidos y la Unión Soviética, en 1962, no terminaron en una guerra nuclear fue porque las dos partes aceptaron retirar las armas nucleares con las que mutuamente se amenazaban en condiciones inaceptables para cada una de ellas. Sobre esta historia debe leerse al exTeniente Coronel Julio Londoño Paredes, quien fuera ministro de Relaciones Exteriores de Colombia (Ver enlace).
Desde entonces pareció quedar aprendido que una potencia nuclear no permite ser puesta en situación de indefensión por otra u otras ante un ataque nuclear sin antes apelar a la totalidad de sus recursos de guerra, que es al final el fondo de este conflicto.
Unámonos entonces en la exigencia a Rusia, Ucrania, Estados Unidos y la OTAN para que hagan realidad la ¡paz en Ucrania ya!