María nació muda. Puede emitir algunos sonidos, pero no puede hablar. Tampoco aprendió el lenguaje de señas, su cuerpo no le permite tener este tipo de movilidad. María solo puede expresar sus sentimientos por sus ojos, o algunos de los sonidos que logra hacer.
Un día, a María la sacan de su casa. Un lugar en el que tenía seguridad, podía comer y dormir cuando quisiera. Con mucha violencia, María, es arrebatada del que fuera su hogar y llevada en un camión junto a otras, que al igual que ella, habían sido arrebatadas de su hogar a la fuerza.
Ella solo llora, no sabe muy bien a dónde la llevan. El camino es largo y agotador.
Finalmente las bajan a todas en un lugar remoto. El olor a sangre se siente a kilómetros, y mientras caminan pueden oír gritos desesperados, pero no imaginan a qué se deben. Hay algunas mucho más jóvenes que ella. Las han apartado sin ningún tipo de explicación del lado de sus madres. Nadie les ha dicho por qué. María llora. Están muy cansadas. Han sido largas horas de viaje. No les han dado comida ni agua.
Finalmente las encierran a todas en un lugar pequeño. Hace mucho calor y algunas empiezan a desmayarse. Pasan los días. Nadie les explica nada. Unas veces las alimentan y otras las obligan a tomar medicamentos para no caer enfermas. De vez en cuando entran y se llevan a alguna y de nuevo se oyen los gritos.
María se va dando cuenta de que no están solas. De repente se abre una puerta y puede ver miles que, al igual que ellas, están encerradas en lugares muy pequeños, aguantando calor, sin la comida o agua necesarias para sobrevivir por mucho tiempo.
A María le duele ver a las más jóvenes, sabe que lloran porque extrañan a sus madres, no saben si las volverán a ver. María lo sabe, a pesar del stress al que se ha visto sometida, es consciente de lo que va a pasar.
Tras el transcurso de un tiempo, como lo sospechaba, llega su turno. La fuerzan a salir de ese lugar nauseabundo y es llevada a otro cuarto. El lugar parece tranquilo, como si nada fuera a pasar. Hasta podría llegar a pensar que la van a dejar libre en algún momento. De pronto alguien se acerca y sostiene su cabeza. Cuando menos lo espera está atada sin poder moverse. Luego le ponen una especia de cortina negra que bloquea su campo de visión y en cuestión de segundos a María le perforan la cabeza. Cae muerta al instante.
Ese mismo día asesinan a más de 1000 que como María no podían expresarse. Solo gritar o llorar. A muchas las matan embarazadas y los fetos son tirados como despojos. María es una vaca. Una de tantas que son asesinadas al igual que cerdos, pollos, gatos y hasta perros, a diario para nutrir la industria cárnica. Podría escribir por horas sobre lo que está pasando con nuestro planeta y el daño que le hacemos al contribuir con esta industria. Podría mostrar miles de estudios sobre cómo la proteína animal afecta nuestra salud. Podríamos hablar sobre cómo casi tres cuartas partes de los antibióticos producidos en el mundo son usados para alimentar a los animales que se usan para el consumo humano (para que no caigan enfermos al estar hacinados en espacios muy reducidos). O cómo el COVID-19 nos está invitando a replantear nuestros hábitos alimenticios para evitar posibles futuros contagios de otros ingeridos, pero el tema es largo y complejo.
Sé que no es una transición fácil. Pero sí sé que se puede lograr y que el beneficio es muy grande, no solo para el planeta y para usted, sino sobre todo para los millones de animales, que al igual que María, no pueden hablar, no pueden quejarse, no pueden decir que les duele, no quieren ser separados de sus madres y por supuesto, no quieren terminar en nuestras mesas. María tiene derecho a vivir y a ser tan libre, con usted y como yo. #Hedicho
"Si no quieres ser golpeado, encarcelado, mutilado, asesinado o torturado, no deberías condonar ese comportamiento contra alguien más, sea humano o no". Moby.