La influencia es la acción o efecto de influir. Este verbo se refiere a los efectos que una cosa produce sobre otra.
Un influencer es una persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema concreto, y por su presencia e influencia, en redes sociales, puede llegar a convertirse en un prescriptor interesante para una marca, por medio de la comunidad que ha logrado crear en las redes sociales.
Este fin de semana descubrí que existen premios para los llamados influencers. Faber Burgos es un influenciador colombiano, que hace poco logró enviar un globo al espacio con una cámara, la bandera de nuestro país y la foto de su familia.
Hizo esto gracias a su creatividad, y por supuesto, a su interés por la ciencia. Mientras tanto, el premiado como el influencer del año en Colombia, propone un reto mostrándoles a sus seguidores cómo es de importante partirse huevos en la cabeza. No cabe mencionar la escandalosa cifra de las casi 800 millones de personas en el mundo que pasan hambre, porque supongo que es algo que a cualquiera se le ocurre.
Este, junto a otros retos , a mi parecer no aportan nada, nos hacen cuestionarnos la salud mental de estos personajes y de sus fanáticos, que no solo los siguen, sino que además, imitan sus comportamientos, me llevan a preguntarme si el famoso trabajo de moda tiene el nombre equivocado.
Somos libres de hacer lo que queramos con nuestras redes sociales, pero creo que tenemos una responsabilidad inherente cuando empezamos a ver crecimiento en nuestras comunidad digital.
Quedarnos en nuestra zona de confort, haciendo lo que todos hacen, seria lo más fácil. Yo sigo creyendo que este tipo de herramientas pueden hacer mucho por nosotros como sociedad, si empezamos a usarlas de forma mucho más positivas y responsable. Eso no es una tarea solo del influencer, también lo es de quienes seguimos a este tipo de personas y participamos de una u otra forma en sus cuentas, haciéndolos cada vez más visibles.
Las redes sociales cambiaron totalmente nuestra forma de relacionarnos, de compartir la información y hasta de inspirarnos, pero tenemos que darnos el gusto de poder ser exclusivos, no solo con nuestro contenido, sino con el contenido que seguimos. Si usted pudiera hacer un análisis de cuántas horas al día pasa en su celular, también se daría cuenta de que este “alimento digital” que va directamente a su cabeza y muchas veces a sus emociones, tiene que ser seleccionado con cuidado.
Incomodar opinando sobre ciertos temas no es fácil. Denunciar, ayudar o poner una simple frase (sin el acompañamiento de una foto con poca ropa) que pueda cambiar el día de una persona. Usemos nuestras cuentas con un objetivo que sume.
Quiero dejar claro que también tenemos todo derecho a jugar, bailar o hacer fonomimica en nuestra redes, pero seria un buen ejercicio si empezamos a preguntarnos, si lo que vamos a subir, puede tener un impacto en la vida de los demás. El contenido insulso es cómo salir con una persona físicamente muy atractiva, pero poco inteligente. La aguantas un par de horas, hasta días, pero si no tiene nada que aportar tienes dos opciones: O sales corriendo, o terminas como ella.
Es hora de dejar de seguir como rebaños este tipo de cuentas vacías y retos triviales, algunos de ellos incluso, hasta peligrosos. Es hora de mostrar nuestro cerebro y nuestra empatía con el mundo. Podemos cuestionarnos y hacer algo al respecto. Hay un mundo sano y lleno de posibilidades mucho mas allá del famoso reto de la “Ballena azul”, bajarse del carro en marcha a bailar o romperse huevos en la cabeza. Solo te invito a que pienses detenidamente en algo que leí hace poco en internet: Un influencer es aquel que quiere comer pizza gratis y pagarla con un post. Influyente es aquel que logra que miles de personas quieran pagar por esa pizza.
“Empiezo cada día diciéndome que soy una influencia positiva para este mundo”.- Peter Daisyme, emprendedor tecnológico.