Cuando los problemas afloran, estos de mala manera suelen tratarse desde los síntomas, es decir, como lo haría un mal médico, si le duele la panza, antibióticos, sin preguntarse qué le originó el dolor. Si le duele el oído, antibióticos, sin preguntarse nuevamente porqué se originó el dolor…
Hoy a Ibagué la aqueja un problema no menor, la protesta de los transportadores tiene al borde del colapso la economía local, sin dejar de mencionar que los más afectados, sí, los más afectados son las personas de más bajos ingresos de la ciudad, pues son ellos los que no cuentan con una alternativa para transportarse y han quedado a merced de los transportadores ilegales en el mejor de los casos y en el peor, caminando horas para conseguir llegar a sus lugares de trabajo.
Pero en el primer párrafo solo me ocupé de un par de síntomas, nada que de verdad diagnostique porqué llegamos hasta acá, no quiero caer en el error de tener un enfoque reduccionista que endilgue al problema a una única causa, pero sí en aras de poder por lo menos enfocarme en una de las posibles múltiples causas, pensar en cómo influye la idoneidad de quien está al frente del problema para atender las problemáticas de desarrollo de la ciudad.
Si bien es cierto, Ibagué necesita un sistema de transporte público que modernice este servicio, el cómo se hace y cuál es la visión que se tiene sobre el mismo es de revestida importancia, pues hacerlo sin contar con la participación de los actores locales y además tramitarlo soterradamente con los demasiados cuestionamientos que ha tenido lo que se ha hecho hasta el momento, era el caldo de cultivo perfecto para lo que hoy estamos viviendo.
No estoy diciendo en ningún momento que el cambio que implica dejar el modelo actual de transporte sería un jardín de rosas, no lo ha sido en ninguna ciudad del mundo, pues siempre habrá sectores económicos que pretendan mantener su estatus, pues de allí provienen sus ingresos y no los quieren ver afectados, pero sí estoy queriendo decir que el cómo se hace y la persona que lo lidera si influye ostensiblemente en el proceso, los futuros resultados y la aceptación del nuevo paradigma.
Hoy le pregunto a los transportadores si no fueron ellos quienes ayudaron al cuestionado alcalde de Ibagué a llegar a su puesto. Si no fueron ellos quienes a través de su influencia empresarial han permitido la perpetuación de este “clan” en la región, preguntas incómodas que no tendrán respuesta, pero que a la larga si pueden explicar porqué la respuesta recurrente al atraso de nuestra región es la negligencia de la clase política que nos ha dirigido.
Hoy por lo menos en sus buses aparecen pancartas que rezan sobre la importancia de la no continuidad, ojalá que eso ocurra, esto lo digo porque tal vez es lo mejor que le pueda ocurrir a esta región, pues en la práctica, la perpetuación de clanes en el poder solo ha servido para que lo público, en este caso el transporte, sea visto como un negocio en el que esa clase política negligente se ha lucrado personalmente.
Muy para terminar y como siempre hablan mis columnas de opinión, en este problema también huele a corrupción.