El fin de la pandemia en el país no ocurrirá con la tan anhelada vacuna contra la covid-19. Para contrarrestar el virus, la inmunización debe ser generalizada y abarcar aproximadamente a más del 70 por ciento de la población colombiana, es decir que nos vacunemos aproximadamente 35 millones de personas. La pregunta es: ¿lo lograremos en el corto plazo? La respuesta es un rotundo no.
Varios aspectos me llevan a moderar el optimismo que plasmé en mis anteriores columnas, esperanzado con la cura, como si hubiese una luz al final del túnel en medio de esta oscuridad tan aterradora que ha cobrado la vida de más de 50.000 colombianos. Sin embargo, sí hay una luz, la que se avecina, pero la de un tren que nos va a arrollar por completo si entre todos no hacemos las cosas de la forma correcta.
Estamos ante una logística jamás vista en nuestro país y el plan más ambicioso en la historia de salud pública en Colombia, como lo ha dicho el ministro de Salud, Fernando Ruiz. Por eso, con cierta cautela, es posible que logremos el objetivo en el mediano plazo. Necesitamos ultracongeladores, millones de jeringas y talento humano capacitado para vacunar a todo un país, desde La Guajira hasta Leticia. Me atrevo a decir que el objetivo tal vez lo vamos a cumplir en unos tres años aproximadamente, y no antes. Así que el tapañatas, como lo llama la alcaldesa Claudia López, tendremos que seguir usándolo de forma correcta y obligatoria durante un buen tiempo.
Otro problema serio a resolver es que aún no ha llegado la vacuna al país y, según una encuesta realizada por el DANE, aproximadamente el 44 por ciento de los encuestados dicen que no se vacunarán y de esa forma le dan la espalda a la ciencia. Y lo digo de esta forma porque no me cabe en la cabeza una explicación sensata y lógica por parte de aquellas personas que desestiman el grandísimo avance de los médicos investigadores para concebir una fórmula magistral que logre cifras de protección frente al virus por encima de un 95 por ciento. Más bien, querido lector y lectora, debe estar feliz por estar viviendo en esta época donde la medicina y la tecnología han avanzado a pasos tan agigantados que los científicos tardaron menos de un año en encontrarle la cura a esta enfermedad que tal vez ya le ha cobrado la vida a una persona conocida.
Hay que dejar atrás más bien a esos nuevos movimientos ciudadanos surgidos en las redes sociales que se alimentan vorazmente de noticias falsas y de cadenas de WhatsApp. Ellos promueven la cura, con un tinte de irresponsabilidad, a punta de azitromicina, limón y aspirina o con moringa. Afianzar la confianza en la vacunación en el país del Sagrado Corazón de Jesús es una tarea titánica y monumental y considero que ese será el principal reto del Gobierno Nacional. Por lo tanto, se requiere muchísima más educación y menos flashes en ‘Prevención y acción’.
Veamos algunos ejemplos. En El Carmen de Bolívar, en el año 2014, un grupo de niñas se desmayó aparentemente después de la administración de la vacuna contra el virus del papiloma humano. Se confirmó que no hubo relación entre el desmayo y la vacuna. Se le denominó a aquel evento como histeria colectiva. Y las tasas de vacunación frente el virus que causa el cáncer de cuello uterino, se redujeron de un 95 por ciento hasta el 6 por ciento en el 2016. Es lamentable lo que puede llegar a generar un titular irresponsable sin el rigor necesario de confirmar realmente lo que estaba sucediendo allí.
No me imagino ahora qué puede llegar a ocurrir si posteriormente de la administración de la vacuna contra la covid-19 una señora en el centro de Ibagué se desmaya después de vacunarse. Su video aparecerá en Facebook y en Twitter y se viralizará tanto que nadie querrá vacunarse, con el argumento equívoco de que la vacuna “aún no está lista”. ¿No será más bien que si la señora se desploma es por no haber desayunado?
Otro posible enemigo de la vacuna y que genera una excesiva desconfianza son los eventos adversos graves, asociados a reacciones alérgicas severas que se presentan, usualmente dentro de los primeros 15 minutos posterior a su administración. Sin embargo, estos desenlaces ocurren de manera aislada. Por poner un ejemplo, en la vacuna de Moderna, se presentaron 2,5 casos por un millón de dosis administradas.
Para finalizar, querido lector y lectora, lo invito a que se informe de una manera responsable, con fuentes confiables y fidedignas, y créale nuevamente a los médicos, esos mismos que usted a las 8:00 de la noche hace 7 meses salía a aplaudir a su balcón y los llamaba héroes. Aquí aún seguimos en la lucha, con la bata puesta y en la primera línea, frente al cañón. Con la cara marcada por las cicatrices que dejan los N95 y los elementos de protección personal y con un único fin: Primum non noncere. Primero no hacer daño.