Todos alguna vez en la vida hemos tenido que decir: ¡bájele al volumen, por favor! Y es que no hay nada más incómodo y difícil que tratar de establecer una conversación cuando hay mucho ruido alrededor, resulta casi imposible comunicarnos y terminamos elevando nuestro tono de voz, casi gritando y exasperándonos por no sentirnos escuchados, o en su defecto por no escuchar. Igual que la situación descrita, donde el volumen –que se define como la sensación de la magnitud auditiva- impide que podamos comunicar de manera pausada y tranquila nuestras ideas, ocurre con la susceptibilidad que parece caracterizar los diálogos de los colombianos últimamente.
Valga aclarar, la susceptibilidad es una característica de la personalidad que hace que, quien la padece, sea muy sensible a las acciones y comentarios de quienes le rodean. O en términos vulgares, una persona susceptible es aquella que se ofende o toma a mal las cosas con facilidad, que carece de tolerancia a las críticas y que cambia sus sentimientos de manera inesperada.
Tristemente, en nuestro país, cada día más personas parecen estar subiéndole a la susceptibilidad en sus diálogos, por lo que es común encontrar en espacios físicos y virtuales de plática e intercambio de ideas, personas que ven ataques donde no los hay, que no saben aceptar posiciones contrarias o rechazo a sus postulados. Esto conlleva a que su manera de pensar se vuelva retorcida, siempre estén a la defensiva y buscando cualquier mínima pista que les indique que alguien está intentando hacerles daño, u ofenderlos. Terminan revisando detalladamente y con sigilo cada mirada, cada palabra, cada imagen y cada gesto, buscando segundas intenciones de las que deben protegerse. Y sin darse cuenta terminan anulando el diálogo.
Estamos frente a un grupo de personas que, siguiendo nuestra analogía del volumen, han llegado a niveles tan elevados de ruido que parecen haberse privado de seguir escuchando al otro. Eso ha permitido que la ansiedad se apodere de ellos, los ha puesto en una actitud de vigilantes y los lleva a traducir en ofensas y provocaciones, situaciones que no tienen tal connotación.
Por eso es importante que hoy usted sea consciente del ruido que hay a su alrededor, y que de manera tranquila pueda decirle a su interlocutor o aceptar que este le diga: ¡Bájele a la susceptibilidad, por favor! Debemos ser capaces de aceptar posiciones contrarias, de entender que hay muchas cosmovisiones que conviven con la nuestra, estar dispuestos a entender que hay personas que no comparten mi punto de vista y por ello la conversación no es un ring de boxeo, sino que tiene que seguir siendo el intercambio fluido de palabras.
Debemos retomar nuestros discursos como diálogos, entre dos o más personas, donde exponemos nuestras ideas y comentarios de forma alternativa, sin susceptibilidades, sin ofender u ofendernos. Tenemos que discutir sobre ciertos asuntos o sobre los problemas que tenemos, pero con la intención de llegar a un acuerdo o de encontrar una solución, de manera serena y sin ruidos que confundan nuestro entorno y nublen nuestro pensamiento.
¡Bájele a la susceptibilidad, por favor! Sea paciente, entienda que el otro no necesariamente lo está atacando a usted, simplemente está expresando su posición. Respire antes de contestar de manera agresiva o de abanderar causas como suyas, no se deje confundir por el ruido que en ocasiones ensordece a nuestra sociedad en las redes sociales o los medios de comunicación. Sea un buen amigo, un buen familiar, un buen vecino o un buen desconocido y transite por la vida con niveles de susceptibilidad mínimos para que no genere malestar en los otros, pero por sobre todo para que pueda seguir expresando de manera clara sus argumentos y sus acciones, que son las que realmente pueden generar cambios en este país.