De la privatización de la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá (ETB) puede decirse lo que se dijo de la venta a menosprecio de Isagén definida por Santos y Cárdenas: que no la venden por ser una mala empresa sino una muy buena. Es más. Si la ETB fuera de propiedad de Carlos Slim –el dueño de Claro– y su gerente decidiera venderla, sería fulminantemente destituido. Pero en la Bogotá de Enrique Peñalosa, en la que no se gobierna en función del interés ciudadano, el gerente de la ETB, Jorge Castellanos, cumple sus órdenes y puede, además, dedicarse a desacreditar a la empresa que le pusieron a su cargo, maltrato que obviamente la desvaloriza antes de su venta. En otro país, ya le habrían abierto un proceso por dañar el patrimonio público.
Entre otras, resalto tres grandes razones para rechazar esta privatización. La ETB no es una empresa de teléfonos, como se dice para minusvalorarla, sino de telecomunicaciones, que no es lo mismo, y de gran importancia para Bogotá y Colombia, en razón del sector estratégico en el que actúa. Se trata de un grupo empresarial que, además de su empresa matriz, posee el 88 por ciento de Colvatel, el 75 por ciento de Skynet y el 40 por ciento de American Business Process Services. Presta servicio de telefonía fija local y de larga distancia, internet de alta velocidad, televisión digital e interactiva, telefonía móvil 4G, almacenamiento masivo en la nube y seguridad informática. Durante 132 años ha construido una infraestructura subterránea en toda la ciudad, más segura y estable y de mejor calidad que la de sus competidores.
La avidez con la que observan a la ETB las trasnacionales que acechan para comprarla –seguramente a la barata, como ha sido la norma en las otras privatizaciones en Colombia– también se explica por su fortaleza en Bogotá, aunque opera en el resto del país. Su participación en el mercado de la capital de la República, de lejos el mayor y de más rápido crecimiento en el país, es sobresaliente: 55 por ciento de la telefonía fija, a la que solo por ignorancia se le puede restar importancia, 34 por ciento del internet y 3.5 por ciento de la televisión por cable, negocio recién montado y de excelentes perspectivas.
La composición de sus negocios cambió positivamente. En 2008, el internet representaba el 16 por ciento de sus ingresos, la telefonía básica el 53 por ciento y el resto –larga distancia, datos y negocios especiales– el 31 por ciento. Para 2015, internet representó el 26 por ciento, la telefonía básica el 35 por ciento y el resto –los anteriores más TV y móvil– el 39 por ciento. Es decir, se ha movido a nuevos servicios y los presta en forma competitiva. En el estrato tres, por ejemplo, mientras que Claro ofrece 10 MB de navegación, 97 canales y telefonía ilimitada por 119.900 pesos, la ETB ofrece 25 MB, 103 canales y telefonía ilimitada por 118.300 pesos. Según un estudio de EAFIT, en 2016 el retorno del capital invertido (ROIC) de la ETB alcanza el 10.8 por ciento y para el 2023 ascenderá a 18.5 por ciento.
A un costo de 1.3 billones de pesos, la ETB acaba de montar una excelente red de fibra óptica en Bogotá, lo que la hace en transmisión de datos y TV interactiva la empresa más avanzada del país. Es en buena medida tras esta poderosa capacidad tecnológica tras lo que medran las trasnacionales a las que quiere favorecer Peñalosa. Una alcaldía y una gerencia realmente preocupadas por el progreso de Bogotá estarían dedicadas, no a su venta, sino a promover la comercialización de la fibra óptica, en lo que casi todo está por hacer.
Además del gran repudio ciudadano que genera esta privatización, también ha caído muy mal la maniobra de Peñalosa de meter de contrabando, dentro del salpicón del Plan Distrital de Desarrollo, la privatización de la ETB, en lugar de proponérsela al Concejo de Bogotá de frente, dando la cara, en un proyecto de acuerdo separado que pueda debatirse rigurosamente. Tira esta maniobra, muy de su talante en nada democrático, porque considera que posee unas mayorías incondicionales en el Concejo, dispuestas a votarle hasta el peor adefesio. Que cada concejal y cada partido cante su voto y explique si defenderá o no los intereses de los bogotanos y las bogotanas.