Es contradictorio el titular de esta columna pero intentaré explicar mi punto de vista con lo que ha sido la normalidad en el orbe y que ha salido a relucir con esta pandemia y aquí no nos salvamos ninguno.
La normalidad es que los Estados tengan todas las herramientas constitucionales y legales para enfrentar conflictos internos, internacionales e incluso para las guerras para lo cual saben que hacer con sus recursos, como preparan sus pertrechos de guerra, como disponen de estrategias y la forma como la población deben afrontar los conflictos, esto ha sido lo normal en la historia.
Sobre la pandemia del Coronavit-19 se ha escrito y mucho, en las redes sociales todos son expertos, se escuchan y se leen términos que tal vez los más neófitos no teníamos referencia como el de “aplanar la curva” y logrando ese objetivo inicial se puede atender la pandemia, claro, algunos han querido aplanar la curva a la fuerza.
Pero porqué si la humanidad siempre ha padecido estos ataques de la naturaleza, en pleno siglo XXI, todo indica que ninguno estaba preparado para afrontarlo? ¿Sera cierto entonces que estamos más preparados para las guerras, o sea la muerte y no para preservar las vidas?
Hipócrates ya escribía sobre las pestes y aún como ahora, se consideraba furia divina pero para no repetir lo que dicen los “expertos” de redes sociales, si es tan antiguo ¿porqué e insisto, se ha desnudado lo frágiles que somos ante estos embates y que a pesar de tanta tecnología somos unos teflones?
Esa lucha por la supremacía del mundo ante una guerra nuclear que puede desaparecer la humanidad tal parece que es mejor librarla en otros campos, el de los virus y las vacunas. China se demoró tres semanas para anunciarle al mundo el origen del Coronavid mientras tanto, una pareja salió de Wuhan y se desplaza al norte de Italia y allí se celebra un partido de futbol que convoca a aficionados italianos y españoles y ya sabemos las consecuencias. Una vez impregnada Europa y Asia, llegan las ayudas humanitarias de China.
Y al otro lado del mundo la arrogancia de Donald Trump enfocado en su reelección con un modelo exitoso de economía privilegia a Wall Street y no la salud por lo que mientras China se enfoca en sus ayudas, EEUU tomado por sorpresa o víctima den sus propios errores reacciona tarde y no tiene la capacidad interna de afrontar la pandemia y menos de ayudar a sus amigos, Italia, España, Gran Bretaña, Francia, Brasil, Colombia, etc. Así las cosas la pandemia política la gana China por lo que el único camino de igualar las cosas es quien alcance primero la vacuna.
A nivel interno el gobierno nacional, siguiendo los mismos lineamientos de Trump se demoró un poco en enderezar el camino y no es que hayamos aplanado la curva y menos en un país que no cuenta con información verificable, con los errores desnudados en las diferentes bases de datos y en donde se tramitan 207.367 tutelas en la Corte Constitucional reclamando salud podemos decir que “todo está controlado”.
No podemos pedir que se vuelva a la normalidad porque entonces, los médicos y personal hospitalario, dejarían de ser héroes y al reclamar sus derechos, los mandarían a “trabajar vagos”. Los hospitales volverían a ser presas fáciles de las EPS y por lo tanto a que se continúe con los cierres, las deudas, la corrupción y los Palacino. Los banqueros seguirán con sus privilegios y sus onerosos bonos de gestión, así fracasen.
No podemos pedir que todo vuelva a la normalidad porque lo normal ha sido nuestro egoísmo, el no acatar las normas aun a expensas de nuestra propia muerte o la de nuestros queridos ancianos, el de ser indolentes aplaudiendo a los médicos en las noches pero desechándolos en el día cuando nos los encontramos en un supermercado, en burlar una cuarentena para que medio pueblo despida a un criminal o que en un parque se reúnan jóvenes a disparar y que algunos aprovechen las crisis de la humanidad para robar a la humanidad. Por todo esto, no podemos volver a la normalidad.
En el caso del Tolima, en sus cumpleaños 159, las acciones rápidas y contundentes del Gobernador Ricardo Orozco y del Alcalde de Ibagué, Andrés Hurtado como de casi todos los demás mandatarios locales, no pueden ser reacciones de gobierno sino una respuesta de Estado porque si no es así, siempre las pandemias nos tomaran por sorpresa.