Luis Enrique Aragón Farkas, una leyenda viviente de la música del Tolima
Me recibió algo tímido por su demora en abrir la puerta. Llegué a la hora acordada pero hoy en día vestirse le toma más tiempo que antes. Me invitó a sentarme en un sillón largo y amplio, cuyo diseño es de su madre.
La luz se empezaba a colar por lo grandes ventanales que dejaban ver alguna escuela del barrio La Pola. La casa, en general, tenía cajas y paquetes en el suelo. Desea tener un mejor lugar para recibir a sus amigos; uno que tenga piscina y zonas verdes. Con su silencio, me permitió iniciar la conversación. Su segundo apellido es de origen húngaro, pues su abuelo llegó a Ibagué alrededor de los años 30.
Su familia era una de las más prestantes de la ciudad, y acostumbraban a reunirse en el extinto Club del Comercio y en el Club Campestre, con esferas de la alta sociedad. Estudió optometría y, según él, fue hasta la década de los 70 y los 80 que tomó la música en serio. Luis Enrique Aragón Farkas es un compositor destacado en la música colombiana. Recientemente, su canción "Este pobre corazón" fue ganadora del concurso de composición Leonor Buenaventura en el marco del Festival Nacional de Música Colombiana, que anualmente se celebra en Ibagué.
Hoy en EL OLFATO, un perfil de lo que ha sido la vida y trayectoria del maestro Aragón Farkas entre la magia de la música y las palabras.
Recuerdos de su infancia y juventud
Fue a los nueve años que hizo su primera canción, inspirada por un temprano amor de la infancia y al ritmo de la dulzaina. En ese tiempo, recibió sus primeras lecciones de música de la mano del maestro Orfeo Richarini, un italiano que impartía clases de acordeón de teclas a su hermana mayor.
Su inquietud y talento ya se hacían manifiestos, por lo que se formó musicalmente en solfeo con Emilio Díaz, padre del actual director del Conservatorio del Tolima. Una vez termina su bachillerato en el colegio San Luis Gonzaga de Ibagué, se radica en Bogotá para estudiar Optometría en la Universidad de La Salle, pero sin abandonar el interés por la música.
Recibió clases teóricas de Rito Mantilla y Edgar Vanegas, y cambió su sentido sobre la armonía desde el día en que presenció la forma en que Armando Manzanero tocó la guitarra en el Parque Nacional. Al término de su carrera, viaja a Medellín para ejercer la Optometría. Allí, compone Tardecitas Tolimenses (grabado por el dueto Viejo Tolima) por la nostalgia que le despierta no estar en la ciudad que vio cambiar ante sus ojos durante su niñez y juventud.
El maestro Aragón Farkas cuenta que hacía paseos en tren desde Ibagué hasta Espinal y Girardot los domingos, y que le gustaba irse con sus amigos al túnel del ferrocarril, que quedaba en donde hoy es el SENA, para esperar a que el humo del tren los dejara sin aire.
También fue competitivo a nivel deportivo, pues jugaba basquetbol con sus compañeros en las calles de Belén (ya que el Coliseo sólo llegó con los Juegos Nacionales del 70, quiénes se sentían rivales de los jugadores de La Pola.
La ciudad de Ibagué de los 50 y 60 llegaba hasta la calle 25, su edificio más alto era el Colegio Tolimense, en donde hoy queda la Universidad Cooperativa de Colombia, y su primer sector urbanizado fue Santa Helena.
El maestro Aragón Farkas también tuvo que vivir la época de "La Violencia", y el acontecimiento que más recuerda es la anunciada toma que el bandolero "Sangre Negra" planeaba hacer de Ibagué en el periodo de la chusma, como se llamaba a los grupos que eran rezago de la lucha bipartidista. La toma no ocurrió, pero el miedo y la zozobra se apoderaron de la ciudad ese día.
La música como el sello de su talento
Para el maestro Aragón Farkas, "la música es una actividad que no tiene descanso". Aunque se ha dedicado principalmente a la composición, aprendió a tocar guitarra, tiple, cuatro llanero y bandola andina. Confiesa que la música colombiana fue la última opción que tomó en su creación artística pues durante su estancia en Bogotá conoció el jazz, y en Medellín, se interesó por el folclor latinoamericano.
Conversaba constantemente con músicos como Garzón y Collazos y León Cardona, este último conocedor de la historia de la música colombiana, y aunque no compone ni interpreta en el género del jazz y el bossa nova, su sensibilidad se nutre de ellos y disfruta de escucharlos. El bolero, en especial el bolero filin, es su principal influencia, aunque señala que la formación musical es continua.
Pese a que ha ocupado el primer puesto en concursos como el Festival de Música Andina Mono Núñez de Ginebra, Valle del Cauca, el Festival del Pasillo Colombiano de Aguadas, Caldas y el Festival del Mangostino de Oro en Mariquita, Tolima, su canción más consentida es el bambuco Mi sueño, composición que le hizo a su hija en los entre los años 80’ y 90’. El maestro Aragón Farkas confiesa que su camino profesional debió ser la música, pero el ambiente bohemio que acompañaba a los artistas de su época y las serenatas hasta la madrugada al son de Los Panchos, no representaba para su familia la ocupación más adecuada para su futuro.
La mitad de su cuerpo que duerme
A raíz de un accidente en 2005, el maestro Aragón Farkas tuvo que darle un giro a su vida. No pudo continuar ejerciendo su profesión de optómetra, y la necesidad de depender de alguien por la inmovilidad de la mitad de su cuerpo, le golpeó y hundió en un periodo de depresión de cerca de año y medio. El mayor aprendizaje a partir de su enfermedad, ha sido el de valorar a las personas y ser consciente de la importancia de valorarse a sí mismo, pues en ello ha estado la fuerza para reconocer sus capacidades y su talento, ese que le ha valido un sinnúmero de reconocimientos a nivel nacional.
Su exmujer Mabel Serna y sus hijos, fueron quienes lo acompañaron a creer en la edificación de otro módulo de existencia, tan válida y digna como la de cualquier persona. El maestro Aragón Farkas, tuvo a su cargo la Dirección de Cultura del departamento del Tolima, de la Tuna del Sena Regional Ibagué, y fue miembro de varios institutos de música, además de coordinador regional del Comité de Música del Festival Mono Núñez y director de la subsede ibaguereña de los Juegos Nacionales en el año 1988. Fue además co-fundador de la Fundación Musical de Colombia, trabajando doce años para luego asumir la dirección hasta hace un tiempo.
Hoy en día, tres actividades le ocupan: la terminación de un diccionario folclórico, la composición con vías a la participación en concursos, y la exploración del dibujo digital, producto de la cual ya vendió su primer cuadro. Aunque está separado y la mayoría de su familia reside en el exterior, cuenta con un grupo de amigos que trabajan en Bahía, Piano y Bar, un negocio de su propiedad ubicado en el Centro Comercial La Quinta que fundó con Enrique Mejía, actual presidente de la junta directiva de la Cámara de Comercio de Ibagué.
Allí rondan baladas y boleros, y es punto de encuentro con viejos conocidos. Para él, Bahía, Piano y Bar (contemporáneo de La Vieja Enramada y La Tienda del Café) ha sido una forma de escapar a su enfermedad refugiándose en el cultivo de las relaciones sociales. Los viernes y sábados suele vérsele ahí, en medio de la música y la noche, con un espíritu altivo y con profunda fe en la vida, pues hoy siente verla de color verde, un verde en el que “está la forma de prologarnos como género humano”.