¿Quién no sueña con vivir tranquilo y alcanzar la paz interior? Creo que todos lo hacemos, pero somos expertos en echarle la culpa a otros y no fijarnos en qué es lo que debemos hacer nosotros mismos para lograrlo.
Nuestras acciones nos definen, por eso mencionaré algunas que quizá no nos están ayudando con este propósito.
Ayudamos con la divulgación y “viralidad” de fake news (noticias falsas), chismes, imágenes o videos que no sabemos su origen —y mucho menos su intención— y veracidad, causando así, miedo, pánico y daño a muchas personas, incluyendo a nosotros mismos.
Escondernos detrás de una pantalla y el anonimato que brindan las redes sociales para insultar, herir y faltarle al respeto a personas que son figuras públicas como políticos, artistas, deportistas o simplemente personas como nosotros, pero que no piensan igual a uno; todo con el único propósito de lastimarlos y dañar su integridad, faltando así a la caridad.
Disfrutamos del mal ajeno, sintiendo placer cuando se ve sufrir a tantas personas en momentos difíciles de su vida.
Infortunadamente, vivimos en una sociedad en la que siempre quiere prevalecer el “más vivo”, el que la “monta” y se aprovecha del débil; en la que el bien individual está por encima del bien común.
¿De dónde sacamos eso de que “el que reza y peca empata” sabiendo que debemos ser coherentes con lo que se piensa, se dice y se hace?
Si nos dejamos llevar por el verdadero amor y vivimos la presencia de Dios, nos iría mejor transitando por el camino de querer hacer el bien y no el mal. Entonces mi invitación es a que vivamos las Obras de Misericordia con acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales.
Obras de misericordia espirituales:
- Enseñar al que no sabe.
- Dar buen consejo al que lo necesita.
- Corregir al que se equivoca.
- Perdonar las injurias.
- Consolar al triste.
- Sufrir con paciencia los defectos de los demás.
- Orar por vivos y difuntos.
Obras de misericordia corporales:
- Dar de comer al hambriento.
- Dar de beber al sediento.
- Dar posada al peregrino.
- Vestir al desnudo.
- Visitar al enfermo.
- Visitar a los encarcelados.
- Enterrar a los difuntos.
Es desde la Familia donde se debe ensañar a los hijos desde temprana edad a conciliar, no pelear, no sentir rencor, no tener sed de venganza; nos va mejor si les enseñamos a amar, perdonar, servir, proporcionándole a cada miembro de la familia sentirse mejor con sí mismo para que logre su paz interior y así pueda entregar lo mejor de sí a los demás.
Si dejamos de ser así y vivimos las obras de Misericordia corporales y espirituales, estoy segura de que alcanzaremos la tan anhelada paz y construiremos un mundo mejor para todos.