A Ibagué y al Tolima no la representan ni los políticos ni los alcaldes ni los gobernadores, cuya relativa importancia y poder episódico más temprano que tarde yacen en el olvido. A Ibagué la significan sus músicos, sus escritores, sus pintores, sus deportistas. Ellos sí traspasan la barrera del tiempo y se convierten en los estandartes de nuestra cultura, de nuestra identidad. Sin embargo, aquí, en la tierra del olvido, el periodismo local, los opinadores y hasta en los corrillos de esquina, seguimos empeñados en hablar de políticos, de las últimas maniobras electorales y de juntas directivas, para olvidar, por conveniencia o por ignorancia, a quienes hacen de la ciudad un puerto del pensamiento y del arte.
Aquí, a Jorge Alí Triana, el cineasta tolimense a quien el Festival de Cine de Cartagena rinde homenaje en pocos días, nadie lo nombra. A su hermana, Gloria, la célebre documentalista, le dedicaron un párrafo cuando el Ministerio de Cultura le otorgó en 2015 el premio nacional Vida y Obra. En el párrafo, ni siquiera se mencionó que es tolimense. Al fotógrafo Hernán Díaz, ibaguereño, cuyas obras fueron publicadas en las revistas más importantes del mundo como Life y Time, la Biblioteca Luis Ángel Arango dedicó un año entero a exaltar su memoria. La exposición acaba de finalizar. Nosotros, callados.
Los ejemplos siguen por montones. Aquí, el talento local, reconocido en el país y en el exterior, es sistemática y perversamente ignorado. Aquí no se honra ni a la inteligencia, ni a la cultura. A las nuevas generaciones les vendemos la equivocada idea que el reconocimiento se logra en los malogrados vericuetos de la política y que la cultura y el deporte son oficios de segunda.
A la Fundación Musical de Colombia, liderada por Doris Morera, al Museo de Arte del Tolima creado por Darío Ortiz y a tantas otras organizaciones importantes para la memoria y el desarrollo social y humano de la ciudad y el departamento les toca cada año intentar convencer a los administradores de turno de la importancia de sus acciones. Al final, para quitárselos de encima, les dan una limosna. Tratamiento de tercera para quienes tienen las claves de la innovación y la paz. No se trata de darles una monedas para callarlos. La clave está en reconocer su papel y generar procesos que permeen a todos los sectores sociales. Que nuestros jóvenes sepan quiénes son los verdaderos protagonistas de su tierra y que no pase lo que ocurrió en Bogotá hace unos años, cuando el encargado de la logística del homenaje que se le rindió a Álvaro Mutis, no dejó entrar al maestro por no estar en la lista de invitados.