En el departamento del Tolima, como en muchos de los departamentos del país, la participación está completamente politizada. Los ejercicios ciudadanos aún son demasiado incipientes y las iniciativas sociales terminan postradas a los intereses políticos y económicos de quienes “lideran” la democracia. Es claro que se están haciendo ingentes esfuerzos, incluso a través de las TIC, para lograr que los ciudadanos participen en la construcción de los Planes de Desarrollo y en los Planes de Ordenamiento Territorial, pero dicha participación no es real. Se resume en reuniones en las diferentes localidades y en la elaboración de un documento que es más una lista de deseos de la comunidad que una articulación de las necesidades con el desarrollo y con la visión de futuro.
La cultura política local, al igual que la participación ciudadana, está viciada y marcada por una profunda desconfianza en las instituciones y en sus representantes políticos. Infortunadamente, dicha desconfianza no es expresada en los comicios electorales y es fácil ver, con un pequeño análisis, que en el Tolima y en cada uno de sus municipios siguen gobernando los mismos grupos políticos, cuya máxima preocupación es mantenerse atado al poder.
Con una abstención similar a la media nacional (55%), los tolimenses y los ibaguereños no hemos podido desarrollar procesos de opinión como sí sucede en otras capitales como Bogotá y Medellín. La falta de una ciudadanía informada impide la consolidación de una cultura política que vaya más allá de los intereses electorales. Es decir, nos encontramos ante un región que sólo se pronuncia políticamente a través del voto, dejando de lado importantes expresiones ciudadanas, en las que puede estar la solución a buena parte de los problemas de la región. La triada Academia, representada por las universidades, el gobierno y el sector privado, realmente queda coja ante el fuerte poder político (politiquero) que ejercen nuestros líderes.
Ojalá que la construcción de los planes de desarrollo locales que inician las actuales administraciones, no se convierta en una razón más para la frustración. Es urgente que estos obedezcan a una visión y no a una lista desarticulada de buenas intenciones. A propósito, ¿en qué quedaron los planes de desarrollo del pasado cuatrienio?