Una de mis tareas más gratas en el Senado fue la realización de la audiencia "Por qué defender la ciencia en Colombia", en la que, con la invaluable participación de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, presentaron ponencias trece de los más destacados científicos y especialistas nacionales en el tema (http://bit.ly/2glYHMk).
La primera gran conclusión fue el pésimo nivel del desarrollo científico nacional, cualquiera sea el indicador que se utilice. Colombia se ubica entre los peores países en cuanto a la inversión en Investigación y Desarrollo, en el número de investigadores por cada millón de habitantes, en publicaciones en revistas científicas y en solicitudes de patentes, en fin, en todo (http://bit.ly/2f9RUnc). Un fracaso indiscutible, doctor Alejandro Gaviria, ¿o no?
Esto no sucede porque los colombianos estemos menos dotados genéticamente que las personas de los países que jalonan el progreso científico mundial, como afirman las concepciones racistas, sino porque en Colombia nunca, ningún gobierno, se ha propuesto promover de verdad el avance de la ciencia.
Una verdad en buena medida derivada de que tampoco nunca, ningún gobierno, se ha fijado como objetivo desarrollar en serio el aparato industrial y agropecuario, condenando al país, en especial desde 1990, con la globalización neoliberal, a pagarse las importaciones de todo tipo de bienes de producción compleja con los dólares de las exportaciones de materias primas agrícolas y mineras.
Entre las conclusiones a las que se llegó en la audiencia hay otra que escandaliza incluso todavía más: el documento Conpes en elaboración, que supuestamente debe orientar cómo se promoverá el progreso de la ciencia en el país, no versa sobre ciencia sino sobre innovación, que es otra cosa, con su importancia, sin duda, pero de naturaleza diferente.
Y un ridículo de este calibre, del que solo se salva el gobierno por los grandes poderes que lo protegen a cambio de privilegios, es ordenado por la OCDE, que tiene entre sus objetivos mantenerles a las potencias económicas el monopolio sobre los mayores avances de la ciencia, la base insustituible de todo progreso. Con otros mecanismos, al atraso también nos condenó la Colonia española.
Y se denunció que los recursos para ciencia de la ley de regalías no han ido a financiarla sino a pagar los afanes políticos y fiscales de los gobernadores, como en el Senado advertimos que sucedería (http://bit.ly/2g2t8qn). De ahí que cayeran tan mal entre los científicos colombianos las afirmaciones de la directora de Colciencias, Yaneth Giha, quien cometió el imperdonable error de echarles la culpa de por qué la plata de las regalías para ciencia se gasta en otras cosas.
La verdad de lo que ocurre la explicó Moisés Wasserman en artículo publicado, por casualidad en esa fecha (http://bit.ly/2glSi3I), el mismo día en que se anunció que habían nombrado a doña Yaneth ministra de Educación. ¡Santos!
De otra parte, aunque hasta violó la ley intentando no hacerlo, el gobierno se vio obligado a intervenir a Electricaribe Gas Natural Fenosa, dado el descarado incumplimiento de sus deberes, hasta el punto de poder causarle apagones generales de tres horas diarias a la Costa Caribe. Pero las cosas pueden empeorarse.
Primero, porque la empresa necesita capitalizarse en una suma enorme, que los españoles se niegan a aportar, como es su obligación, buscando que la plata la pongan los usuarios con alzas en las tarifas o el país vía recursos públicos. Segundo, porque ya la trasnacional, con esos fines, inició una enorme demanda contra Colombia en el Ciadi, tribunal del Banco Mundial descaradamente sesgado a favor de las trasnacionales. Y tercero, porque empezó en la prensa española una campaña de matoneo contra el país y a favor de las andanzas de Gas Natural Fenosa, a pesar de que esta ya actuó así, indebidamente, en Centro América.
Por último, es evidente que el nuevo acuerdo de La Habana incluyó numerosos reclamos de los voceros del No, aunque no todos. El Polo le mantiene su apoyo al proceso. Y hago votos para se logre un acuerdo nacional de respaldo, para lo que puede servir la figura de dejar constancia sobre desacuerdos insolubles, válida para este efecto.
Sería malísimo para el país que no le permitieran superar esta controversia y que las elecciones del 2018 también se centraran en ella, convirtiéndola en cortina de humo para no debatir los demás problemas nacionales, causados por las pésimas decisiones en las que sí se han puesto de acuerdo todos los que siempre han mandado en Colombia.