La cultura en Ibagué atraviesa una de las peores crisis de su historia. Nuestra ciudad se aferra con las uñas a su etiqueta de “musical”, puesto que en los últimos años se ha impuesto la noción de que todas las artes confluyen en un único festival realizado en junio. Mientras tanto, nuestros artistas aguantan hambre.
Sin ninguna duda, la crisis del sector cultural es una de las peores herencias que nos dejó Andrés Hurtado. Y digo que una de las peores, porque, al ser la cultura algo intangible, sus apuros se viven de manera silenciosa: los artistas padecen la falta de incentivos y la poca infraestructura cultural de la ciudad se cae a pedazos.
Pero vamos por partes. Para empezar, desde 2019 nuestra ciudad no cuenta con una política pública vigente del sector cultural, lo cual indica que, desde hace cuatro años, no existe un rumbo claro de hacia dónde deben ir dirigidos los esfuerzos del Municipio para promover las expresiones artísticas y culturales locales.
Y es que, para el exalcalde Hurtado, el “fomento de la cultura” se basó en invertir presupuestos exagerados en un Festival Folclórico Colombiano que estuvo marcado más por el desorden, la inseguridad y la improvisación, que por la calidad artística del evento. Eso, sin mencionar que las fiestas del año pasado fueron la oportunidad para que Hurtado y su discípula Johana Aranda se fueran de parranda privada con los artistas pagados con recursos del Municipio.
Pero lo más preocupante de todo es que, en cuatro años de desgobierno hurtadista, nunca se realizó el tan anhelado censo de artistas y gestores culturales, ello con el fin de identificar a quienes hacen parte del sector. En otras palabras, el Municipio desconoce la realidad de quienes viven de la danza, la música, el teatro, la pintura, la literatura, entre otras artes.
Como si todo lo anterior fuera poco, a Hurtado le debemos el hecho de que tanto la EFAC como SIMIFARTE dejaron de ser instituciones dedicadas al fomento cultural, y se convirtieron en espacios para la burocracia, donde se hace de todo menos llevar el arte hasta los territorios.
Ahora bien, podemos decir, sin ninguna duda, que uno de los daños más graves que le causó Hurtado a Ibagué fue el abandono de nuestro patrimonio arquitectónico. Solo es cuestión de mirar el estado actual del parque Centenario, o de la estación del tren de Picaleña, para tener un resumen de la destrucción ha dejado el hurtadismo en su paso por Ibagué.
Por supuesto, el daño a nuestra cultura hasta ahora empieza. La actual alcaldesa, empleada, discípula y heredera de Hurtado, nunca ha demostrado conocimiento ni interés por el sector cultural. Podemos asegurar que, durante los próximos cuatro años, la cultura en Ibagué se seguirá limitando a la mala organización de unas fiestas que hace un par de años dejaron de estar a la altura de las mejores del país.
Y mientras tanto, a nuestros artistas y a nuestro patrimonio arquitectónico para la cultura sólo les queda una opción: seguir resistiendo el desgobierno.