Ibagué tiene sed. Desde hace cuatro años, los cortes del servicio volvieron a ser habituales en la capital del Tolima, pese a que en nuestro territorio somos ricos en recursos hídricos. A las demoras en las obras del acueducto complementario, se suma la negligencia del Ibal para gestionar y proteger el agua de los ibaguereños.
De acuerdo con un informe de la Contraloría Municipal de Ibagué, en los últimos cinco años se han perdido alrededor de 7.186.981 metros cúbicos de agua en nuestra ciudad, recurso que, de haber sido bien administrado, podría haber servido para prestar el servicio a cerca de 354.038 hogares durante un mes completo, sin interrupciones.
Además de ello, sumado a la gravedad del desperdicio del recurso hídrico (tan escaso por estos días), se estima que las pérdidas económicas superan los $14.581 millones, recursos que, de haberse recaudado, podrían haber servido para financiar proyectos de acueducto y saneamiento básico en los barrios más pobres de Ibagué.
En un momento de crisis a causa del cambio climático, y cuando el país está ad portas del racionamiento por la falta de lluvias, resulta imperdonable que quienes administran la ciudad no sean capaces de proteger el agua y, por ende, la integridad y la vida de los ciudadanos.
De tal manera, mientras gran parte del agua tratada por el Ibal está siendo desperdiciada, más de 100.000 ibaguereños que dependen de los acueductos comunitarios, tanto urbanos como rurales, beben agua de mala calidad e, incluso, inviable sanitariamente.
Así lo indicó el Instituto Nacional de Salud el pasado mes de abril, cuando alertó que el Índice de Riesgo de Calidad del Agua (IRCA) de los acueductos de La Unión, Miramar y Jazmín registró puntajes negativos de 84.9 sobre 100, lo cual indica que se trata de agua “no apta para el consumo humano”.
Por supuesto, como ciudadanos, le pedimos al Ibal a que tome acciones inmediatas para garantizar la protección de nuestro recurso hídrico. No puede ser posible que mientras sectores como la Arboleda Campestre sufren sed a causa del desabastecimiento, en el resto de la ciudad estemos desperdiciando el agua.
Es indispensable que el “hurtadismo”, principal responsable de este desastre ambiental, se ponga en sintonía con las políticas de protección del planeta, el agua y la vida que promueven tanto el Gobierno Nacional como otras entidades internacionales.
Estamos en un momento histórico en donde es necesario reorganizar el territorio en torno al agua. Hoy, más que nunca, Ibagué debe esforzarse para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible en los componentes de salud y bienestar, agua y saneamiento básico, ciudades y comunidades sostenibles y acción por el clima.
La mejor administración no será la que más puentes fantasmas intente construir, sino la que garantice justicia social y buena calidad de vida para los ciudadanos y ciudadanas.