… Cafres, mediocres, mentirosos, malevolentes, mezquinos, miserables, matones, abyectos, obtusos, corruptos, torpes, descarados, sinvergüenzas, desvergonzados, fatuos, ladrones, giles, serpientes, asnos, orates, hienas, babillas, becerros, mulas, bestias, toches, lelos, necios, ignorantes, inmorales, impúdicos, indecorosos, infelices, infames, ineficientes, incompetentes, prepotentes, arrogantes, granujas, pusilánimes, donnadies, estultos, estólidos, casposos, mañosos, ladinos, pícaros, traidores, desleales, arribistas, acomodados, ruñihuesos, sanguijuelas, impostores, criminales, cretinos, gañanes, pandilleros, pelagatos, pelatigres, picapleitos, petimetres, oportunistas, pueriles, petulantes, bellacos, bodoques, badulaques, desgraciados, patanes, guaches, atarbanes, haraganes, truhanes, majaderos, mitómanos, malasangres, malasombras, mentecatos, mequetrefes, muérganos, mensos, lerdos, sabandijas, alimañas, cleptómanos, plutócratas, aristócratas, heterónomos, clientelistas, nepotistas, traficantes, tartufos, insulsos, borregos, lacayos, leguleyos, tinterillos, supinos, vendepatrias, vasitosdeagua, lamecharcos, lameculos, esbirros, zoquetes, zurullos, zánganos, zopencos, zascandiles, vividores, avivadores, corbatas, vanidosos, golosos, ladillas, sacamicas, mentecatos, tercos, porfiados, atolondrados, aprovechados, alfeñiques, capullos, peleles, atontados, babosos, bobalicones, tontorrones, tontarrones, barrabases, fariseos, impíos, blasfemos, chupasangres, apelotardados, fantoches, filipichines, papanatas, papirotes, palurdos, balurdos, catetos, paletos, piltrafas, sonsos, tontos, cacos, pinches, pelotudos, tarados, chunchurrias, coscorrias, garnupias, gurrupletas, carraspandas, pacatos, antisociales, hambrientos, muertosdehambre, deshonestos, bataclanes, trepadores, chichipatos, cagaleras, cagasecos, culichupados, presumidos, gamínes, huelengues, lambiscones, caraduras, indecentes, mantecos, mostrencos, morrongos, mamarrachos, sobradores, llenadores, piturrias, chingones, ratasdedospatas, mojoneros, macacos, cacos, malandros, mierderos, alcornoques, cagarrutas, cínicos, cobardes, pelmasos, irritantes, sofocantes, repelentes, chupacables, hampones, merodeadores, maleantes, chupatetas, indeseables, egoístas, díscolos, cicateros, envidiosos, gilipollas, mortecinos, manilargos, lenguaraces, deslenguados, desbocados, atrevidos, déspotas, autoritarios, mandarines, villanos, tragamonedas, tragasapos, insensibles, insolentes, desfachatados, desconsiderados, descomedidos, desatentos, descerebrados, indelicados, maleducados, invericundos, fanfarrones, procaces, mendaces, rapaces, carroñeros, chantajistas, enredadores, maniobreros, usureros, tramposos, facinerosos, saqueadores, expoliadores, bandidos, timadores, usurpadores, cuatreros, pistoleros, forajidos, rufianes, engañabobos, trapaceros, sacahuacas, liberales, neoliberales, conservadores, derechistas, falangistas, militaristas, santofimistas, angulistas, gomezgallistas, rubenchistas, luishachistas, jorgetulistas, chuchistas, barretistas, jamaramillistas, santistas, uribistas…
Pero sobre todo: insensatos, hipócritas, indecentes, irrespetuosos, indolentes.
Aunque esta incompleta lista de adjetivos calificativos no se ajusta solo a la dirigencia colombiana, las cuatro familias que llevan “gobernando” este país a lo largo de su vida republicana lo tienen más que merecido. También sus “aliados” en las regiones. Si no es por la complicidad de ellos, los doctores de Bogotá no podrían imaginarse “de presidentes” para toda la vida, como en efecto lo hacen.
Advierto que esta no es una diatriba contra la política. Estoy firmemente convencido de que la única manera de superar este estado tan indigno y humillante de cosas, es a través de su ejercicio, pero no exclusivamente del electoral.
La política no se reduce a instituciones y las elecciones son la más segura apuesta de los viejos y los nuevos ricos del país. En Colombia, con pocos o muchos recursos, legales o generalmente ilegales, se pone alcalde, gobernador o senador.
Para acabar con el saqueo de los territorios, los raponazos al erario, el alza en los impuestos y el estancamiento del salario, el cierre de hospitales, la muerte de niños por física hambre, la quiebra de las universidades, los abusos de los ricos, las mentiras de los medios y las catástrofes socioambientales, nos falta capacidad de indignación.
Por supuesto que no hay que votar por los mismos de siempre, pero también hay que hablar con los amigos, con los vecinos, ponerse de acuerdo, encontrarse, organizarse, salir a la calle, sin indiferencia, con dignidad.
Lo que más duele, lo que da más dolor de patria, no es tanto que los Santos, los Lleras, los Cárdenas, los López, los Turbay, los Gaviria, los Uribe y toda esa recua de rastacueros pretendan mantenerse en el poder, tienen derecho a pretenderlo. Lo que duele es que confíen en que lo pueden hacer y que nos crean tan pendejos.
La verdad es que todo parece indicar que sí lo somos, aunque también es cierto que la sangrienta tradición de asesinato político encarnada por las élites es capaz de doblegar hasta al pueblo más brioso.
Los medios de comunicación del régimen ponen bastante de su parte al ocultar y estigmatizar las luchas sociales y la historiografía oficial pone otro poco, al desterrarlas del relato de nación. Pero también es cierto que el “importaculismo” de los colombianos alcanza niveles alarmantes.
“Indignaos” ahora o nunca, o como decía mi mamá: “Después de ojo afuera, no hay Santa Lucía que valga”.
Postescriptum: no cabe duda de que el nuevo Contralor Departamental despachará desde el décimo piso del “Palacio del mango”. Pero no porque llegue con actitud vigilante, sino porque es allá donde recibirá instrucciones, como otrora en la Dirección de Participación Comunitaria. Me pregunto si el Alcalde de Ibagué, quien ha insistido discursivamente en renunciar a esas prácticas, también tendrá Contralor de bolsillo.