Recientemente, la Alcaldía de Ibagué publicó un video en el que se ve a una alcaldesa exultante celebrando la disminución de la tasa de desempleo en la ciudad, que para marzo se ubicó en 14.9%, de acuerdo con la información suministrada por el Dane en su boletín sobre mercado laboral.
No obstante, valdría la pena matizar la dicha mediática de la alcaldesa pues, aunque suene aguafiestas, las cosas no son tan buenas como las han querido mostrar. Veamos.
En primer lugar, Ibagué sigue siendo la ciudad con la tasa de desempleo más alta, dentro de las 13 principales ciudades del país: cuatro puntos más alta que la de Bogotá (10.6%) y Medellín (10.6%), tres puntos más alta que la de Barranquilla (11.5%) y Bucaramanga (11.6%), e incluso más alta que la de ciudades con un nivel de desarrollo similar, como Manizales (11.9%), Pasto (12.9%) o Pereira (13.6). Tener una tasa de desempleo menor que Arauca, Mocoa, Quibdó o Puerto Carreño, ciudades que no son comparables con Ibagué en el plano económico, no es precisamente un gran logro.
En segundo lugar, es importante preguntarse si la reducción del desempleo se está dando por las razones correctas, es decir, gracias a una reactivación de la actividad económica de la ciudad como consecuencia de una política de empleo desarrollada por la actual Administración Municipal.
Tengo dudas sobre ello: la tasa de desempleo es resultado de la interacción de dos grandes variables: la Tasa Global de Participación (que mide la cantidad de personas que buscan trabajo) y la Tasa de Ocupación, que refleja qué tanto los empresarios están demandando mano de obra, lo cual, a su vez, está asociado a la dinámica de la economía.
En el informe del Dane, se muestra que hay una caída importante en la Tasa Global de Participación desde octubre del año pasado, cuando se ubicó en 57.7%, a 55.8% en marzo, lo cual refleja el hecho de que mucha gente en Ibagué ha dejado de buscar trabajo; además, los datos muestran también que la tasa de ocupación ha venido cayendo, pasando de 49.7% en octubre a 47.5% en marzo de este año; en cambio, el número de ibaguereños que están fuera de la fuerza de trabajo (ni trabajan ni están buscando trabajo), ha aumentado en 8 mil personas. Es decir, buena parte de la tan celebrada reducción del desempleo en Ibagué, se presenta porque mucha gente ha dejado de estar activa en el mercado laboral y no porque exista una política que permita un aumento de los puestos de trabajo en la ciudad.
En tercer lugar, y relacionado con lo anterior, hay quienes podrían señalar que la reducción del desempleo se da por cuenta de las jornadas promovidas por la Alcaldía conocidas como “Festival del Camello”.
Pues bien, más allá de que este tipo de iniciativas sirvan para el show mediático que tanto le gusta a la actual administración, con videos mostrando las interminables filas de mujeres y hombres, de todas las edades, quienes llegan a estos espacios con sus hojas de vida esperando una oportunidad, lo cierto es que estas jornadas no “crean” empleos nuevos, sino que simplemente visibilizan ofertas de empleo que ya circulan por medios digitales, como bolsas de empleo o páginas de internet; en última instancia, el Festival del Camello, sirve para tomar fotos para la galería, pero no es el resultado de una política industrial para la ciudad, que es lo que verdaderamente se necesita.
De hecho, este tipo de jornadas resultan incrementando lo que en economía se conoce como costos de transacción de los desempleados, pues las personas que buscan empleo resultan gastando una parte de sus exiguos recursos en imprimir hojas de vida, en transporte para ir al sitio de la jornada y demás gastos que podrían haberse ahorrado si este tipo de iniciativas se hicieran por medios electrónicos.
En suma, haciendo un zoom a los datos detrás de la reducción del desempleo, vemos que continúan los problemas estructurales de la economía ibaguereña, que requieren soluciones que van más allá de los videos para Tik Tok y demás redes sociales.