Escuché hace algún tiempo a alguien afirmar que: “a los amigos se les conoce en las dificultades y a los oportunistas en las elecciones”. Y de ese oportunismo si que sabe el Tolima, departamento que cada cuatro años ve un constante desfile de candidatos al Senado de variopinto pelambre que vienen como aves carroñeras a buscar votos en nuestra tierra.
El debate no es sobre un tema de legalidad o legitimidad, pues al ser el Senado una circunscripción nacional, resulta obvio que la discusión no recae allí. El verdadero debate debe darse en torno a la necesidad de evitar que los votos tolimenses alimenten proyectos políticos desligados de la región, pues a la postre esos que pescan votos en el Tolima, jamás se van a condoler por lo que aquí suceda o por la defensa de nuestros más apremiantes intereses. Aunque claro, en campaña, los nómadas de la política jurarán ser más tolimenses que la lechona o el Tapa Roja, así no se sepan ni una estrofa del Bunde.
Una cifras nos darán una idea de esos que vienen, pelechan votos y después no los vemos ni en las curvas. Según los datos de la Registraduría, en las elecciones al Senado de la República en 2018, tan solo en cuatro partidos (Conservador, Liberal, Partido de la U y Cambio Radical), cerca de 110.000 votos se fueron del Tolima para otras regiones.
Veamos: En el Partido Conservador, la lista tuvo un total de 109.022 votos, de los cuales 68.420 fueron para Miguel Barreto y 40.602 para otros candidatos; en el Partido Liberal, la lista tuvo un total de 49.158 votos, de los cuales 22.701 fueron para Olga B. y 26.457 para otros candidatos; en el Partido de la U, la lista obtuvo 43.005 votos, de los cuales 20.818 fueron para Carlos Edward Osorio y 22.187 para otros candidatos; y en Cambio Radical, la lista obtuvo 41.469 votos, de los cuales 20.598 fueron para Rosmery Martínez y 20.871 para otros candidatos. Así las cosas, solo en esos cuatro partidos, el 45% de los votos se fueron para otras regiones.
Estas cifras nos indican que la escasa representatividad del Tolima en el Senado se da en parte por esta fuga de votos, pues si un importante volumen de esos sufragios se hubieran quedado en manos de candidatos tolimenses, seguramente el departamento tendría mayor y mejor representación en el Senado. Pero no, esos votos se fueron y aquellos que vinieron por ellos, poco o nada los hemos visto por estas tierras. O acaso el conservador risaraldense Samy Merheg (6.003 votos en el Tolima), ¿se ha dado la pela por lo nuestro? O el liberal huilense Rodrigo Villalba (5.334 votos en el Tolima), ¿ha defendido los intereses tolimenses?
Por esto, resulta paradójico que algunas colectividades, encabezadas por el Partido Liberal del Tolima, que se ha quejado de esta situación en el pasado cuando se quemaron Guillermo Santos en 2014 y Olga B en 2018, ahora traigan candidatos desconocidos y sin el más mínimo arraigo tolimense, como el caldense José Luis Correa (¿Alguien lo conoce?). Vergonzoso por donde se le mire, lo cual, además, denota la absoluta debilidad electoral del Liberalismo Tolimense. ¿O será un tema de billetera? Quién sabe…
Es por esto que la consigna en las próximas elecciones debería ser apoyar candidatos locales al Senado, a los que les podamos exigir y pasar cuenta de cobro si no le cumplen a la región.
Allí, estarán algunos conocidos y otros no tanto, pero al fin de cuentas nacidos aquí o con fuerte arraigo tolimense, como Ana Paola Agudelo (MIRA), Oscar Barreto (Conservador), Ricardo Ferro (CD), Miguel Barreto (Conservador) o Alfredo Molina (Partido de la U). Y ojalá en las nuevas coaliciones que se gesten en los próximos meses, más tolimenses se sumen a esta lista de candidatos.
En cualquier caso, y si ningún candidato local convence, bien vale votar por la lista del partido de su preferencia o votar en blanco, pero jamás por los oportunistas foráneos de los que nada bueno podemos esperar. Aunque claro, hay excepciones, pues es posible que haya candidatos que no sean del Tolima, pero que sean de tal nivel y talla política e intelectual, que bien valdría la pena apoyar.
Post Data: Finalizó en Ibagué con gran éxito el Campeonato Mundial de Patinaje. Este evento posicionó a nuestra región como un importante destino y robusteció la economía local.
Resulta mezquino y ofensivo que algunos oportunistas salgan a decir que este campeonato fue mérito del mediocre, cuestionado e investigado Guillermo Alfonso Jaramillo, y que, en consecuencia, la ciudad debería agradecerle a este nefasto individuo.
Recordemos que, en su oscuro cuatrienio, aquí no se organizó ningún campeonato deportivo de importancia internacional o ningún evento de relevancia para bien de la región. Pero como suele suceder, a los vagos se les sale a deber. Insólito.