Aunque ya estemos en marzo, aún estamos a tiempo de hablar sobre todos los propósitos que nos hicimos al finalizar el año, esperando poderlos cumplir para el famoso 2020.
Metas y propósitos materiales: quizá la compra de un carro, de un nuevo apartamento, viajar, bajar de peso, iniciar un nuevo estudio; en fin, tantos sueños por alcanzar. ¿Estas metas o propósitos son buenos? Claro que sí, maravilloso cumplirlos ya que hacen parte de un bienestar personal y familiar.
Sin embargo, casi siempre le damos más interés a lo material, a lo que nos dé un prestigio, satisfacción o ego que solo alimenta vanidades.
Mi invitación es pues a que unamos estas metas, sueños, propósitos a un proyecto que marca la diferencia con el resto, y es el de cómo lograr ser mejor persona cada día, aportándole así a nuestro entorno familiar, empresarial y social; esforzándonos por entregar lo mejor al prójimo.
Todo parte de aprender a conocernos y saber cuáles son aquellas fortalezas y debilidades que tenemos en las cuales nos podemos apoyar en unas y mejorar en otras. De igual manera, identificar cuáles son esas virtudes en las que nos destacamos, como en las que tenemos como meta alcanzar para poder ser mejor persona; el crecimiento en virtudes le da más madurez a la persona, logrando un fin último a través del desarrollo de estas, ser el puente para proporcionar bienestar y felicidad a nuestros seres queridos.
La lucha constante por hacer las cosas bien, trabajar con amor y por amor, entregando lo mejor de nuestro esfuerzo cotidiano, irradiando alegría por donde pasemos, sin que nos falte una buena dosis del sentido del humor.
Lograr ser ese ser espiritual que disfruta de lo más mínimo, del trabajo, de sus seres queridos, inclusive sacan provecho de las adversidades, problemas, reconoce y acepta que se equivocó, remedia y se esfuerza por ser mejor, convirtiéndose en esa luz para muchos que están en la oscuridad.
Personas que se proponen seguir amando, dispuestas a escuchar, que se pone en los zapatos del otro cuando se equivoca, sin juzgar, ni faltar a la caridad, entendiendo y aceptando al prójimo tal cual como es.
Almas que disfrutan lo que tienen, que gozan de cada segundo de su vida, que se admiran de la naturaleza, que respiran aire puro, que aman lo que hacen, que se acomodan ante cada situación sin renegar, ni maldecir, por el contrario, agradecen y superan cada situación.
Por último, como asesora familiar, me atrevería a decir que al ser mejor persona cada día estamos contribuyendo a luchar, disfrutar, amar y defender el matrimonio y la familia como célula primordial de la sociedad, solo así lograremos sostener una sociedad y un mundo mejor.
Si es así, bienvenido el 2020.