Como experta en orientación familiar, me duele la realidad de los divorcios en Colombia: La Superintendencia de Notariado y Registro reportó 23.422 divorcios en 2018, un incremento de 1,6 % en relación con el 2017, año en el se registraron 23.047 separaciones en todo el país. Este año, en el primer trimestre, ya iban 3.295 divorcios.
Cuesta creerlo y aceptarlo. Para los cristianos, se supone que el sacramento del Matrimonio es para toda la vida, claro está, con algunas excepciones en las que se justifica y se necesita la separación. Por otro lado, el matrimonio civil, aunque no tiene dogmas, tampoco se está tomando en serio como un compromiso de unión a largo plazo.
Cuando me entero que X o Y pareja se separaron, me surgen varias preguntas e inquietudes: ¿qué pasó? ¿Se pudo haber hecho algo? ¿Buscaron ayuda? ¿Se luchó? ¿Si eran conscientes de lo que es e implica el matrimonio? ¿Tenían claro lo que es el amor y lo que es saber amar? ¿Se renuncia tan fácil a lo que se ama? En fin, muchas preguntas, que espero darles la respuesta por mi experiencia familiar y profesional.
El matrimonio no se puede tomar como un juego, ni como cambiarse de ropa, o “me casé por estar a la moda”, o “para no quedarme soltero/a” o porque “todos mis amigas/ps se estaban casando”. ¿Es que acaso no se pensó bien y no se tomó la mejor decisión para que este proyecto de vida terminara en una separación o divorcio? Una decisión dolorosa en la que terminan involucrados y afectados, parejas, hijos, familias y sociedad, tanto en lo afectivo como en lo psicológico y por supuesto en lo económico.
¿Esto se pensó antes? Y más aún, es mucho peor cuando este proyecto conyugal se derrumba en los primeros cinco años de casados.
Es la decisión más importante de nuestras vidas. Escoger al hombre o a la mujer que nos acompañará en nuestro proyecto conyugal, es algo muy serio. No se trata de la compra de un carro, ni de una casa, ni de un viaje; todo esto tiene vuelta atrás, pero dejar o cambiar una persona como un objeto porque no fue de su agrado, o no se entendieron, o tenían gustos diferentes, no tiene lógica.
¿Dónde quedó, entonces, la entrega, la lucha, el sacrificio, el perdón, el amor reflejado en todo esto? ¿Será acaso que somos unos egoístas y nos casamos pensando más en nuestro bien, que en el del otro/a?
Es cierto que la convivencia de dos personas que deciden casarse o irse a vivir juntos no es fácil, trae consigo sostener un equilibrio basado en el amor, la racionalidad y la voluntad. La fórmula del IVC (Inteligencia, Voluntad y Corazón): inteligencia para discernir, voluntad para decidir y corazón para sentir y amar. A esta fórmula hay que sumarle el compromiso, el querer, y por lo tanto la satisfacción de estar juntos y sentirse realizados en este nuevo proyecto que iniciaron.
¿Quién dijo que se perdía la libertad por casarse? por el contrario, quien se compromete, es quien más ama, más libre es, ya que el amor exige renuncia, donación, entrega y sacrificio, ¿Esto se tenía claro? Cada uno de los cónyuges es responsable y protagonista de hacer feliz al otro.
Es normal que en una relación de pareja se presenten conflictos, problemas y crisis, todo depende del iris con la que las veamos, las enfrentemos y la solución que les demos, sacando de estas el mejor provecho. “Caer para levantarse, no es caer”.
Lo recomendado a continuación es la recopilación del motivo de consulta de algunas parejas; son los detonantes para problemas y crisis conyugales. Es bueno que los tengan en cuenta y no caigan en estas fallas; no permitan que al no ser atendidas lleguen al divorcio. De igual manera, le puede servir a las parejas que están luchando por ser mejores cada día y también para las parejas que están comprometidas o próximas a casarse.
- Mujeres y hombres somos diferentes. Pensamos, sentimos y reaccionamos de manera diferente; tengan muy presente esto. No podemos pretender que el otro/a sea igual a como soy yo. Aprendan a conocerse.
- No somos perfectos, somos seres imperfectos, con virtudes, valores, defectos, debilidades y cualidades; esto nos lleva a que nos enamoremos inclusive de los defectos del otro/a.
- Venimos de familias completamente distintas, familias que aportaron a nuestra vida, por lo tanto nos corresponde, respetar, aceptar y aprender a querer la familia política del otro, aunque nos cueste, por amor al otro.
- Es muy importante que se admiren el uno al otro, día a día.
- Disfruten de los pequeños y grandes momentos juntos.
- El diálogo y la comunicación es una herramienta necesaria para una buena convivencia. Saquen diariamente espacio para hacerlo.
- Dedíquense tiempo, mucho tiempo; lo que no se trata y no se conoce, no se quiere.
- Cultiven y vivan los pequeños detalles diarios.
- Ser conscientes de los errores de cada uno para estar dispuestos a mejorar y a trabajar en ellos.
- Saber pedir perdón con el propósito de no volver a fallar.
- El respeto, la paciencia, la alegría, la tolerancia, la comprensión, la lealtad, y la fidelidad, son virtudes que si las practican les permitirá tener una convivencia sana y tranquila.
- Que se vea el amor conyugal reflejado en la cotidianidad.
- Manejar de manera asertiva y creativa el presupuesto familiar.
- Permitir que Dios esté en su vida conyugal (según el culto que practiquen).
- Se requiere de mucha comunicación para vivir una sexualidad plena y creativa.
Por último, No permitan que los problemas afecten y terminen la relación. Se apunta y se aborda el problema, no a la persona, a la persona como tal la seguimos amando.
Si es necesario buscar ayuda, háganlo, lo más importante en esta vida es reconocer que necesitamos ayuda profesional, con esta decisión se da el primer paso. Eso sí, sepan buscar el profesional idóneo que los guíe y oriente de la mejor manera, según sea la situación conyugal y familiar.
Y finalizo recordando estas palabras que un día no muy lejano repetimos enamorados, Yo, N., te tomo a ti, N. como mi esposo/a. Prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad. Amarte y respetarte todos los días de mi vida.
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