Algunas personas piensan, y tal vez con justificada razón, que en política electoral no hay nada que hacer, que las marrullas y las trampas son el menú principal del oficio, y que todos los políticos son iguales de corruptos y deshonestos.
Otros, creen que el problema no es la política sino algunos políticos que se han encargado de envilecer una de las actividades más importantes de la sociedad con acciones ética y moralmente reprochables. Unos pocos aún creen en la política como medio de asignar valores a la sociedad y de alcanzar mejores condiciones de vida para las personas, éstos cada día son menos, considero que entre ellos estoy yo.
Basta con leer los comentarios en las redes sociales cada vez que se publica una noticia que tiene que ver con este tipo de comportamientos para advertir que lo que estoy escribiendo no necesita mayor evidencia y que a la par existe un reclamo social que exige cambiar esta penosa realidad.
También es evidente que la política se desarrolla actualmente en el marco de ciertos paradigmas que perpetúan y acrecientan las barreras de entrada al ejercicio político electoral y de gobierno. Muchas personas que quisieran participar no lo hacen porque el sistema ha sido diseñado de tal manera que se requiere ríos de dinero para hacer campaña política o las bendiciones de los barones electorales de un Partido o una región.
Y es que a través de los años la Política y los Partidos han funcionado como feudos, en donde un Jefe determina, dependiendo de su interés, quien administra los espacios públicos que esa agencia electoral ha logrado construir durante los distintos periodos. El mayor insumo para lograrlo ha sido el clientelismo, hoy le llaman mermelada.
Obviamente en países como el nuestro; pobres y desiguales, muchas personas se ven acorraladas y avocadas a jugar un papel de mendicidad política sin derecho a preguntar ni mucho menos a reclamar.
Este modelo político está hundiéndose y con él muchos políticos. A los Partidos les está costando mucho mantenerse vigentes. Cada vez es más difícil hacerse a militantes y simpatizantes.
Las actuales condiciones de política electoral, las cuales quisiera empezar a llamar como “la vieja política”, necesitan ser cambiadas por otras que le permitan a todos aquellos interesados en participar poder hacerlo y a los Partidos reencontrarse en su misión.
Existe un reclamo social, si se quiere popular, de cambiar los actuales comportamientos políticos, de cambiar inclusive los actuales paradigmas que orientan el quehacer político, de encontrar el camino hacia “la nueva política”. Sí una nueva política, una de la cual no sentirse avergonzado, una en la cual confiar.
Estos párrafos no son ajenos a la coyuntura política. El Gobierno del Presidente Santos radicó ante el Congreso de la República un proyecto de reforma al Estado con el que pretende fortalecer la democracia y el sistema político a través de un reajuste institucional y al equilibrio de poderes. En la actualidad hace curso en el Congreso.
Aun sabiendo que propuestas hacen parte del proyecto de Ley presentado a discusión estamos lejos de saber cuál será la Ley que saldrá del Congreso y sí realmente los cambios permitirán alcanzar las condiciones necesarias para tener una “nueva política” en Colombia.
Basta con escuchar los debates para entender que este proyecto podría ser otra gran frustración y lo que es peor, que el remedio sea peor que la enfermedad.
En nuestro Departamento, el Tolima, las voces de cambio son abrumadoras, las decisiones ciudadanas en las pasadas elecciones nacionales muestran la inconformidad con la “vieja política” y de manera silenciosa reclaman un cambio.
Obviamente, los políticos que han sustentado su actuar en el actual modelo político y que entre otras lo han construido, se rehúsan a creer que esto esté ocurriendo y piensan que es la gente la que está equivocada y que ya llegará el tiempo de demostrar lo equivocados que están. Para eso siguen actuando como siempre, sumando guarismos electorales como si de eso se tratara.
A mi juicio, si la clase política no es capaz de leer correctamente los deseos y anhelos de las personas, sufrirán nuevamente derrotas electorales que a la postre terminarán sacándola del escenario político. Algunos aún se resisten a creer que tuvieron su oportunidad y no la aprovecharon.
Lo cierto del caso, es que existe un nuevo escenario político que está esperando ser reclamado por nuevos actores que sean capaces de devolverle al departamento un rol de primer orden en la discusión de los grandes temas de la nación y del desarrollo regional.
Pienso, por lo que he hablado con muchas personas, que pueden aparecer nuevos espacios para la “nueva política” siempre y cuando quienes se atrevan a liderar el cambio lo hagan de manera sincera y honesta, esto es pensando en el bienestar general y no particular, incluyendo y no excluyendo, creando oportunidades y no negándolas.
En “la nueva política”, las alianzas políticas, las luchas electorales, la política, deben hacerse para transformar las instituciones y la sociedad misma, no para combatir a alguien en particular, o para acceder a unos cargos burocráticos, contratos o unos gramos de mermelada.
La nueva política debe hacerse para enfrentar los grandes problemas que aquejan a nuestra sociedad: carencias en educación y salud, pocas oportunidades para el desarrollo humano, limitadas condiciones de vida y bajos niveles de desarrollo económico expresados en desempleo e ingresos paupérrimos, la nueva política debe hacerse para asignar los valores imperativos de una sociedad más justa e igualitaria, con un sistema política honesto y gobiernos transparentes.