El próximo domingo 8 de marzo me uniré a la marcha convocada por Antanas Mockus. Aquí en Ibagué la marcha iniciará a las 9:00 a.m. en la calle 42 con carrera 5ª e irá hasta los arrayanes. Lo invito a usted a marchar también.
Escribo esta columna para intentar convencerlo de que salga a marchar. Quiero motivarlo. Y aunque se ha querido deslegitimar la convocatoria pienso que al apoyar la marcha me expreso autónomamente sobre ello.
¿Qué me motiva a marchar?
Marcho porque considero que vale la pena hacerlo, marcho porque su origen es legítimo y además porque estoy de acuerdo con demostrar que la vida en nuestro país merece ser considerada como sagrada. Me sumo al pensamiento de Mockus de la necesidad que tiene nuestro país de buscar un consenso en torno a la vida. También me sumo a la posición del presidente Santos al afirmar que Apoyar la vida es un imperativo moral de todos los colombianos, todos sin distingo de ninguna clase.
Marcho porque hacerlo es la mejor expresión de movilización política de una sociedad. Ya he marchado antes, también he visto marchas en las que no he participado y al final siempre me fascina saber que caminar junto a otros construye escenarios para un mejor futuro.
Yo marcho porque con ello dejo atrás la indiferencia
Gracias a los medios de comunicación he visto como en otros países una sola muerte logra convocar a miles de personas en marchas ciudadanas, aquí en Colombia todos los días matan a alguien y nuestra indiferencia nos hace mirar a otros lados. En algunos casos repudiamos a los asesinos pero la siguiente noticia farandulera o el chisme político nos hacen olvidar.
Al marchar yo le apuesto a la reconciliación y a la paz
Como muchos en este país quiero la paz, que se silencien los fusiles y que el conflicto armado y la guerra acaben. La evidencia muestra que el odio nos aleja de la paz, los hechos muestran que éste prende la hoguera de la muerte. Y no quiero que en Colombia haya más muertes violentas. Marcho para expresar pacíficamente este anhelo.
Marcho porque soy libre de hacerlo o de no hacerlo, espero que nunca me quiten esa libertad. Espero que nunca nadie tenga que marchar para reclamar ese derecho, ni que se me obligue a marchar para apoyar regímenes autoritarios.
Finalmente, debe usted saber que si no logré convencerlo, de mi puede esperar la comprensión y la tolerancia que reclama un país en paz, y además que si algún día usted decide apoyar una marcha espero que me invite a ella.