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Nadie se preocupa por los parques en Ibagué

El desarrollo urbano de Ibagué del siglo pasado contempló espacios de recreación comunitarios de libre acceso, denominados parques. Es innegable que Ibagué era una ciudad de parques.
 
La pobre visión urbana de los mandatarios y concejales al definir el Plan de Ordenamiento Territorial  ha permitido que Ibagué se expanda en miles y miles de apartamentos, sin crecer en la misma proporción en parques. Así mismo vemos, como esos hermosos parques de otros tiempos, hoy se encuentran abandonados.
 
Para nosotros los mayores de 40 años, los parques eran un centro de deporte, de integración familiar y de actividades culturales y comitivas para recoger fondos para una u otra razón social. Los parques eran sitios de lectura, de congregación comunitaria y hasta de misas.

Las primeras comuniones se realizaban en los parques cercanos a la casa de los niños. Y qué decir de los campeonatos de microfútbol y de baloncesto. La niñez se desarrollaba en torno a los parques y nuestros padres nos cuidaban con solo asomarse por la ventana. O desde allá nos llamaban con un grito audible como la campana de la iglesia de un pueblo.
 
Y ni mencionar la valorización de las casas que tenían la fortuna de tener un parque al frente. En esa época, esas casas valían mucho más que las otras que no tenían parque. Era claro que un parque generaba belleza paisajística, sus frondosos árboles y cuidados jardines ofrecían un marco ideal para pintar y además protegían las casas de los fuertes veranos.
 
Eran parques al alcance de todos, a pocos pasos de nuestros hogares. Los parques se han convertido en centros de consumo de alcohol y alucinógenos. Se pueden declarar sanitarios de indigentes y mascotas.
 
Hoy, un parque es un sitio al cual se le ve desde lejos. Hay que pasar por otro lado porque son oscuros y porque cualquier cosa peligrosa puede surgir de él. Ese abandono conllevó la desvalorización de las casas a su alrededor y se volvió el florero de Llorente entre vecinos que se culpan mutuamente por el abandono del mismo.
 
De igual manera, los ciudadanos tienen que desplazarse largas distancias para encontrar zonas de recreo y pagar las canchas “sintéticas”  solo para jóvenes,  a un alto costo y solo una vez por semana.
 
Niños, adultos y abuelos ya han perdido los sitios de esparcimiento gratuitos. Ya se han perdido los sitios de lectura. Ya los delincuentes y adictos tienen espacios donde congregarse y desplazaron a la comunidad, así como las buenas costumbres.
 
Y los culpables de ello siguen en el poder público. Y vuelven aspiran al mandato. Lo más entristecedor es que son esos habitantes perjudicados y esos líderes comunales los que se encargan de volverlos a poner allá en el trono, desde donde miran a la comunidad con desidia y ven sus problemas como algo de menor importancia.
 
Ojalá nuevos liderazgos lleguen a Ibagué con visión de ciudad, con visión de barrio y con visión de cuadra, con acciones concretas para recuperar los espacios perdidos.

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