Todo lo que el Rector de la UT y el Gobernador del Tolima dijeron esta semana sobre la situación de las universidades estatales (UE) en Colombia es cierto. Sin embargo, uno y otro se pusieron de acuerdo para mentir sobre la crisis financiera de la Universidad del Tolima.
Suena extraño, pero en realidad es típico. Es lo que el filósofo esloveno, Slavoj Zizek, ha denominado “mentir con el ropaje de la verdad”, o lo que en jerga popular se conoce como decir “verdades a medias”, lo cual no es distinto que apelar a la mentira.
La “verdad fáctica”, siguiendo con el filósofo, es que el gobierno nacional desfinancia a las universidades. Es cierto que la UT y todas las UE sufren del mismo “déficit estructural y crónico”, el cual, “a partir de lo que establece la Ley 30 de 1992, otorga absurdamente el mismo presupuesto desde el año 1993 (actualizado por el IPC)”, sin tener en cuenta que las UE han crecido ostensiblemente desde ese año hasta la fecha:
“… nuevos programas, cualificación docente, aumento de cobertura, adopción de sistema de investigaciones, tres nuevas facultades, 10 programas acreditados en alta calidad, cinco doctorados, 13 maestrías, 103 profesores con título doctoral, 41 grupos de investigación reconocidos por Colciencias, 49 profesores en formación doctoral…”
Pero el problema no está en lo que Muñoz Ñungo y Delgado Peñón dicen, en eso puede haber acuerdo, el problema está en lo que no dicen. Por ejemplo, que de todos los logros enumerados arriba los de la actual administración son los más discretos.
Más allá de las inmejorables relaciones políticas que el Rector y el Gobernador han mantenido con el gobierno nacional, lo cual deja un manto de duda sobre su intempestivo “manual de agravios” contra el Estado por los recursos de la institución, son las acciones de uno y otro las que permiten inferir que sus declaraciones quieren poner a la opinión pública a ver para otro lado, justo en donde ellos se descargan de toda responsabilidad.
Me hicieron recordar el chiste del loco que busca su billetera perdida bajo la luz de las farolas y no en la esquina oscura donde la perdió porque se ve mejor bajo la luz.
Lo paradójico es que nos invitan a luchar contra un gobierno que ha sido el mejor aliado del Rector y del Gobernador, y contra las dinámicas inciertas de un despacho judicial que, según han filtrado algunas fuentes, negará las pretensiones de la UT sobre la deuda de la gobernación durante las vigencias de 2010 y 2011.
Lo que no dicen los dos funcionarios es que a 2013, la UT registraba un superávit de más de 25 mil millones de pesos, casi la misma cifra en la que se estima su déficit para 2015. Es decir, en tres años de gestión de Muñoz Ñungo como Rector y de Delgado Peñón como Presidente del Consejo Superior del alma mater, se pasó de los “recursos frescos” a las proyecciones de endeudamiento, “como por arte de magia”. (Ver Acuerdos del Consejo Superior: 023 de 2012, 027 de 2013 y 041 de 2014).
Dicho de otra manera: siendo una administración cuyos logros son más bien discretos, la de Muñoz Ñungo pasará a la historia como una dirección académica que muestra con creces su escasa preparación para el manejo de las finanzas públicas, la única que ha llevado a la universidad al endeudamiento privado, no para invertir sino para escasamente poder “funcionar”.
Los funcionarios también guardan silencio acerca de los hallazgos de la reciente auditoría de la Contraloría, que señala con claridad que no hubo seguimiento y control de las necesidades de la institución y de los ingresos frente al recaudo y su dinámica para compensar y atender los costos y los gastos, lo cual llevó a que se “subestimara” el déficit que se empezó a presentar desde la vigencia de 2014. (Ver informe)
Esto significa que en la UT se hizo todo para que, a través de argucias contables, no quedara registrado el desbalance entre los recursos que se gastaban y los que entraban, hecho que ya era evidente al cierre de esa vigencia, aunque negado sistemáticamente por las directivas. La pregunta que queda es si se estaban “maquillando” las cifras de la institución para impedir que se percibiera el déficit. (Ver los días difíciles de la UT)
¿Y a qué se debió esta gravosa situación? A algo que Muñoz Ñungo y Delgado Peñón pasan por alto: la costosísima nómina administrativa de la UT, encabezada por una alta capa burocrática que, con sólo 98 altos funcionarios, le cuesta a la institución la suma de 9.358 millones de pesos anuales. (Ver cifras)
La reforma laboral de la UT, firmada por el mismo Gobernador, fijó en 639 cargos el número de empleos públicos de la planta global de personal de la institución para 2012. En contraste, para las vigencias de 2013 y 2014, ese número ascendió a 1430 funcionarios, entre transitorios, planta, provisionales y contrataciones de prestación de servicios. (Ver Acuerdo de Reforma Laboral) (Ver informe de planta administrativa)
Todo esto sin contar los onerosos recursos “invertidos” en fiestas, atenciones, viajes, apoyos económicos y viáticos, como los que se empiezan a conocer de la dirección de la oficina de Proyección Social, que superan los 30 millones de pesos en los últimos años, o los del mismo Muñoz Ñungo, quien estuvo por fuera de la universidad en promedio 180 días al año, período durante el cual “dirigió” en encargatura su Vicerrector Académico, quien a su vez devengaba como Rector.
Lo irónico de todo esto es que las cuantiosas sumas que el Rector y el Gobernador argumentan haber invertido en la “excelencia académica” no se ven reflejadas ni siquiera en las cuentas del Ministerio de Educación Nacional, que rankeó a la UT en el puesto 171 de su Modelo de Indicadores del Desempeño de la Educación - MIDE. (Ver lista)
No parece razonable que frente a las mentiras que se enmascaran con verdades, nos inviten a “ponernos la camiseta por la UT”, mientras en su dirección continúan los mismos y las mismas que han despilfarrado sus pocos recursos. En esas condiciones yo no me la pondría.
¡Las cuentas claras y el chocolate espeso señores!