Mientras los colombianos están pendientes de los reinados, los reality, la final del fútbol y las fiestas de fin de año, el gobierno, los empresarios y las centrales obreras (que cada vez se parecen más a los dos primeros) negocian el aumento del salario mínimo (SML) para el próximo año.
Los empresarios aducen lo de siempre: que un aumento desbordado podría disparar la inflación y el desempleo. Los sindicatos ruegan que el porcentaje sobrepase “por lo menos” al de la inflación, proyectada en 6% para el 2016. El gobierno, que no es un actor neutral, lo aprobará por decreto el 30 de diciembre, cuando pase completamente desapercibido entre los directamente afectados.
En todo caso no se puede esperar mucho: Juan Manuel Santos y su Ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, son la expresión política de los empresarios. Sea en períodos de bonanza o de crisis, como la que atraviesa actualmente el país, el mensaje será el mismo para la clase trabajadora: “austeridad”.
Actualmente, el poder adquisitivo de los colombianos que devengan un SML respecto de la canasta familiar es del 49%, eso quiere decir que su salario solo les alcanza para menos de la mitad de los productos básicos de subsistencia. Solamente los dominicanos y los paraguayos en toda América Latina comparten esa penosa situación. (Ver cifras)
2016 no será solamente “el año de la paz”. A la deriva inflacionaria presionada por el alza del dólar y la correspondiente devaluación del peso, la acompaña una reforma tributaria que subirá los impuestos, incluido el del IVA, que se empezará a aplicar a todos los productos de la canasta familiar.
Esto significa que el 60% de los hogares colombianos que se mantienen de un SML, perderán aun más poder adquisitivo. Peor panorama le espera a los trabajadores informales, que ni siquiera están por la mitad del SML, según el DANE. Las bases del postconflicto se empiezan a construir sobre la piedra en que el presidente Santos firmó su palabra de no subir los impuestos. (Ver video)
Todo esto se da en medio de la acumulación obscena del sector financiero, que reportó ganancias netas en el primer semestre de este año por 7,38 billones de pesos, según la Superintendencia Financiera. Las exenciones tributarias a las multinacionales mineras y petroleras suman unos 10 billones de pesos.
En este contexto, en el que los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres, lo paradójico es que estos últimos pagan más en impuestos, en proporción de sus ingresos.
Según los cálculos de la Ocde, citados por distintos especialistas, los pobres pagan 4,5% más de sus ingresos en impuestos que los ricos, mientras que el 10% de estos paga solamente el 2,8%.
La desindustrialización del país originada por la apertura económica de los años 90 (la década perdida) el aumento desproporcionado de las importaciones (que se pagan en dólares) y la dependencia de la explotación de hicrocarburos, proyectan un déficit fiscal acumulado para el próximo año de 30 billones de pesos.
Según ha dicho del Ministro de Hacienda, 22 billones se descontarán del presupuesto nacional debido a la baja en los precios del petróleo. Los otros 8 se calculan vía devaluación. Ese el origen de la “reforma tributaria estructural” que alista el gobierno.
En los planes del ejecutivo para superar la crisis se encuentran, junto con la reforma: disminuir aun más el gasto social (educación, salud, pensiones), reducir las transferencias, privatizar empresas públicas (Isagén será subastada el 13 de enero), profundizar la explotación convencional y no convencional de los bienes comunes (petróleo, gas, oro, carbón, níquel, agua, maderas, suelos, etc), desmontar subsidios y aranceles a la producción agraria, y eso sí, pagar cumplidamente el servicio de la deuda externa “soberana”, que en amortización e intereses supera los 40 billones de pesos anuales.
Si seguimos como vamos, es posible que el próximo año - gracias a la oficiosa labor de RCN y Caracol - nos convenzan de que el SML es muy alto, y de que lo mejor será no aumentarlo sino bajarlo, ya que las ideas acerca de la redistribución de la riqueza y la calidad de vida de los trabajadores, son tesis de “castrochavistas”.
Definitivamente ha sido muy útil para la clase dirigente (empresarios y políticos son harina del mismo costal) hacerle creer a los colombianos que estamos bien porque Venezuela aparentemente va mal. Es la “inocentada” más grande de la historia reciente.
Dicen que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, ¿Cuánto va a aguantar el pueblo colombiano?