¿Cansado de tener que ver, oír y leer los discursos que abundan por estos días de cientos de candidatos? Sí señor. ¿Cansado de que en cada conversación familiar o grupal te pregunten por quién votarás? Sí señor. ¿Cansado del exceso de contaminación visual con rostros que ya conoces de políticos de siempre? Sí señor. ¿Cansado de la hipocresía de los políticos que envían mensajes a su celular posando de amigos de vieja data, cuando ni te saludaban unos meses atrás? Sí señor.
Así como si se tratara de comercial de doloran, vivimos por estos días en la ciudad. En un sentimiento empático, uno supone que del mismo modo sienten los demás provincianos de otras ciudades de Colombia.
Hace unos pocos días, en medio de una clase de ética con mis estudiantes, les pregunté por las virtudes que considerarían deseables y prioritarias en su próximo alcalde, casi al unísono, lo primero que advirtieron como necesario, es que fuera una persona con conocimiento; juzgan deseable que al ejercicio de un poder público llegue una persona preparada para el cargo, asocié esto con el valor de la inteligencia e incluso el discernimiento, sin embargo, también debo advertirlo como lo hizo una columnista hace algunos años atrás, cuanto tituló su escrito “lo educado no quita lo chunchurria”, es cierto, el exceso de cartones no se asocia de modo directo a buenas personas.
Son muchos los ejemplos de hombres excelsamente educados en las mejores universidades del país, que al final fueron capaces de delinquir de modos insospechados.
Lo segundo que pedían a su futuro alcalde es que fuera una persona que conociera el contexto, algo así como experiencia empática. Solo quien conoce de cerca las necesidades de los suyos, es capaz de intervenir con éxito en la superación de estas.
La prudencia figuraba en el amplio abanico de virtudes solicitadas, una persona moderada es reflexiva, suele no ceder a pasiones de ningún orden y por tanto, tomar decisiones equilibradas. En tierra de chismosos, la prudencia se juzga como requisito indispensable.
Entre otras virtudes señalaron el liderazgo de un inspirador, el espíritu de una persona justa y la calidez de una inclusiva, lo de honrado estaba en la lista, porque eso de “robar en la justa medida” ya no cala en los más jóvenes.
A diferencia de las opiniones tibias de otras veces en temas críticos, los jóvenes señalaban que la templanza en la toma decisiones de un líder es fundamental, me decían que el carácter es importante en la cotidianidad, sin importar lo impopular de alguna medida. De suerte que, aunado a esto, se advierte la necesidad de mayor seguridad en la ciudad y por lo mismo templanza a la hora de tomar decisiones de protección comunitaria.
Ya en este punto, les señalaba que con cierta frecuencia se confunde el temperamento de las personas con su comportamiento ético, y eso no es proporcional, hay quienes, a pesar de tener un temperamento difícil, son absolutamente personas correctas. El carácter es más bien la oportunidad de reflexionar una decisión y al hacerlo tomar un camino correcto aun en contra de otras opiniones.
El carisma parecía no ser importante, no tanto como el respeto y el buen trato, todos señalaban que su próximo alcalde debía ser un buen jefe.
En conclusión, los estudiantes pedían un hombre o mujer en exceso virtuoso, lo que es apenas lógico: Ibagué es la casa de todos y todos queremos que esté bien administrada. ¿Y su candidato posee estás características? ¿Qué tan cerca está de ser una persona virtuosa?
En tierra de ciegos el tuerto es rey.